No se puede calificar el poema de brillante. Tampoco es que la poesía fuera uno de los géneros preferidos de los hombres del XVIII. No tiene la intensidad de los textos del Barroco ni la innovación del Renacimiento. La pasión y los sentimientos han dejado paso a lo correcto. El autor, ante todo, busca expresar sus ideas con claridad, sencillez y "buen gusto". Esto se entiende como el uso de léxico cortesano y refinado, inspirados en autores clásicos. Por ello, también se eligen temas como los pastoriles, filosóficos, morales, anacreónticos (alabanza de los placeres del vino, la comida y el amor) y bucólicos, como es el caso del poema de Meléndez Valdés, autor relacionado con el movimiento Rococó.

Pero el texto también recoge otra característica muy apreciada por los neoclásicos: el didactismo. Observemos la misma estructura del poema, muy parecida a la de un silogismo, con sus premisas y su conclusión, tras una pregunta retórica que da mayor fuerza a la idea a la que nos quiere llevar.

En cuanto a la forma, sí que aparece algo de innovación al adoptar ritmos heptasílabos con una estructura de copla.