Hoy
día oímos hablar mucho del esfuerzo, de
la necesidad de esforzarse para conseguir algo en la
vida. Sin embargo, la sociedad del bienestar y el consumo
nos está vendiendo la idea contraria a la necesidad
de esfuerzo. Parece que la comodidad y el confort
se pueden alcanzar sin trabajo e incluso que estén
reñidos con él. Esta idea supone un coste
que afecta de forma especial a los niños y jóvenes. Observamos
que los niños presentan una incapacidad alarmante
(a nuestro juicio) para soportar esfuerzos. Incapacidad
que supone consecuencias muy negativas para la persona
como sentimientos de impotencia y conformismo; la no
valoración de las cosas y, consecuentemente,
la incapacidad de disfrutar de ellas y falta de entusiasmo. |
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Estos
factores pueden desembocar en conductas de riesgo como
el consumo de sustancias asociadas a la obtención
de placer fácil o bien para poder soportar el
esfuerzo que supone la realización de determinadas
actividades: ir de marcha sin cansarse, comer sin engordar,
etc. |
Es de tal interés el esfuerzo que ha llegado a constituir
uno de los cinco ejes fundamentales de la nueva política
educativa. Según la reciente LEY DE CALIDAD
en su Preámbulo, los valores del esfuerzo y de la exigencia
personal constituyen uno de esos ejes que reflejan las medidas
encaminadas a promover la mejora de la calidad del sistema
educativo. Constituyen condiciones básicas para la
mejora de la calidad del sistema educativo, valores cuyos
perfiles se han ido desdibujando a la vez que se debilitaban
los conceptos del deber, de la disciplina y del respeto al
adulto.
Lo que pretendemos en este artículo es analizar someramente
qué entendemos por esfuerzo, cuáles son las
variables humanas que están íntimamente unidas
al esfuerzo (la disciplina, la motivación, el valor
del trabajo bien hecho, etc.) En otro artículo analizaremos
de forma más detallada, el papel que juega el esfuerzo
en el aprendizaje de los niños.
Una tarea urgente para hacer de los niños personas
que sepan afrontar las dificultades, consiste en enseñarles
el VALOR DEL ESFUERZO, la necesidad de una
fuerza de voluntad fuerte. Entre los 7 y los 12 años
(periodo conocido como preadolescencia) los individuos se
encuentran en un momento decisivo de su vida. Es la etapa
en la que hay que comenzar a desarrollar las principales virtudes.
Es el momento de educarles en la generosidad, ayudarles a
ser trabajadores, sinceros... Y, por supuesto, es cuando se
da el pistoletazo de salida para crear en ellos la capacidad
de esfuerzo.
Hay que luchar y evitar la formación de una personalidad
débil, caprichosa e inconstante, propia de personas
incapaces de ponerse metas concretas y cumplirlas. Al no haber
luchado ni haberse esforzado a menudo en cosas pequeñas,
tienen el peligro de convertirse en no aptos para cualquier
tarea seria y ardua en el futuro. Y, la vida está llena
de este tipo de tareas.
La
respuesta está en ofrecer siempre
ayuda, cada día más, para adquirir unas
capacidades muy importantes para poder enfrentarse a
la vida: |
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la
voluntad para la lucha, la capacidad de sacrificio y
el afán de superación. Si no se consiguen,
se cae en la mediocridad, el desorden, la dejadez...
Por eso, no es de extrañar que hayan llamado
a la fuerza de voluntad la facultad de la victoria. |
Para
poder inculcar en sus hijos el valor del esfuerzo y una educación
basada en el mismo, es necesario tener en cuenta unos criterios
generales, veámoslos.
Criterios
para fomentar en los niños el valor del esfuerzo:
El ejemplo por parte de los adultos tiene
una gran importancia, especialmente el de los padres.
Los chicos necesitan motivos valiosos por
los que valga la pena esforzarse y contrariar los
gustos cuando sea necesario. Hay que presentar el
esfuerzo como algo positivo y necesario para conseguir
la meta propuesta: lo natural es esforzarse, la vida
es lucha.
Es necesario cierta exigencia por parte de
los adultos. Con los años, es lo deseable,
se transformará en autoexigencia.
Hay que plantear metas a corto plazo, concretas,
diarias, que los adultos puedan controlar fácilmente:
ponerse a estudiar a hora fija, dejar la ropa doblada
por la noche, acabar lo que se comienza, etc.
Las tareas que se propongan a los niños
han de suponer cierto esfuerzo, adaptado a las posibilidades
de cada uno. Que los chicos se ganen lo que quieren
conseguir.
Las tareas tendrán una dificultad graduada
y progresiva, según vayan madurando. Conseguir
metas difíciles por sí mismos, gracias
al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles,
contentos y seguros.
Muchas veces el fracaso será más
eficaz que el éxito, en la búsqueda
de una voluntad fuerte.
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Y
es que a nuestro entender, son dos los conceptos claves para
la promoción del esfuerzo: voluntad y motivación.
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La
VOLUNTAD se puede trabajar y entrenar
día a día con el fin de automatizar los
comportamientos y así, disminuir la sensación
de esfuerzo. La paciencia es el soporte esencial de
la voluntad y si es el adulto no es capaz de tenerla,
mal va a poder enseñarla al niño. |
No
hay esfuerzo si no hay motivo. Sin MOTIVACIÓN
es imposible que alguien luche por una meta. Sin una
meta, sin un objetivo… no existe el movimiento. |
Será
de la motivación de donde surja la disposición
para el esfuerzo. Detrás de cada actividad que
realizamos siempre hay una motivación que actúa
como el motor que nos va a permitir realizar el esfuerzo
necesario para alcanzar las metas. |
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Por
tanto, es básico conocer, aplicar y generar las
motivaciones que impulsan al niño, para lo que
se deberá conocer y escuchar a los hijos, entrenándoles
en la capacidad de motivarse a sí mismos. Esperar
la suerte, la lotería, ser “elegido”…
son respuestas pasivas que no implican apenas esfuerzo.
No hay esfuerzo cuando se tiene todo lo que se desea,
no hay esfuerzo cuando antes de abrir la boca se tiene
una necesidad cubierta. |
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La
capacidad de esfuerzo está en cada uno de los
individuos, pero es fácilmente desviable hacia
derroteros distintos de la correcta conducta, cuando
se ven bombardeados por otras expectativas de vida,
el éxito fácil de algunos ídolos,
la precariedad del empleo, el nulo esfuerzo para alcanzar
otras metas más elementales… |
Cuando los niños son pequeños, las motivaciones
vendrán dadas por las recompensas externas, la valoración
social y la atracción de la actividad asociada al juego
(motivación extrínseca). Poco
a poco se les irá enseñando a desarrollar motivaciones
relacionadas con la experiencia del orgullo que sigue al éxito
conseguido y al placer que conlleva la realización
de la tarea en sí misma (motivación
intrínseca). La motivación intrínseca
es aquella que permite hacer algo porque se está interesado
directamente en hacerlo y no por otra razón. Contamos
con algunos recursos para desarrollar la motivación
intrínseca: desde el campo intelectual, curiosidad
y desafío, y desde el emocional, el placer y autoconocimiento.
La
combinación de voluntad y motivación necesita
ser “regada” por una abundante dosis de
alegría, ilusión, cariño y ejemplo.
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Un
buen medio para fortalecer la voluntad consiste en seguir
una DISCIPLINA y una exigencia. Por
ejemplo, ateniéndose a unas normas de convivencia
en casa, en el colegio... |
Por
eso son convenientes los juegos y deportes: en ellos
deberán observar unas reglas elementales que
les creen hábitos de disciplina: horarios de
entrenamiento, obedecer al entrenador, cuidar de su
material, etc. |
Al hacer vivir esta disciplina hay que tener en cuenta el
modo de ser, la edad y las posibilidades de cada uno de los
hijos, respetando su personalidad y sabiendo conjugar la exigencia
y la firmeza, con el cariño y la comprensión.
En
un mundo desordenado, la disciplina externa es necesaria
e incluso esencial. Debemos recordar que los niños
no tienen la capacidad suficiente para conducirse por
sí mismos. |
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En
determinados momentos de la vida, los padres y profesores
se ven obligados a poner límites a la conducta,
a establecer algunas reglas externas y con el tiempo,
entregan a los niños y jóvenes la responsabilidad
de conducirse por sí mismos de manera adecuada.
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R.
FEUERSTEIN, tiene como lema de su filosofía de
enseñanza, la frase “no me aceptes
como soy”. Supone que la educación
debe ayudar a superar nuestras limitaciones que puede
mejorar nuestra capacidad intelectual y de aprendizaje,
y que eso solo se consigue a través de la motivación,
el esfuerzo y la autodisciplina.
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Es
importantísimo que los niños lleguen a comprender
el valor de la OBEDIENCIA. Haciendo caso
a los adultos, los chicos actúan con un objetivo concreto
y preciso en vez de seguir los impulsos de las propias ganas
o apetencias. Obedeciendo encauzan sus energías y capacidades
lo que les ayudará a construir una personalidad fuerte
y definida. Pero para que haya obediencia ha de existir autoridad
efectiva de los adultos: no hay que tener miedo a exigir.
Contar
con un horario les ayudará a desarrollar su CAPACIDAD
DE AUTOEXIGENCIA. Es bueno que los chicos cumplan
un plan. |
Si
desde pequeños se acostumbran a hacer en cada
momento lo que deben y no lo que les apetece, habremos
avanzado decididamente hacia una voluntad fuerte. Dentro
del horario tiene una particular importancia la puntualidad
en el comienzo de las tareas. |
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La
exigencia es generadora de una mayor motivación,
y ésta, a su vez, conduce a los niños a implicarse
y a esforzarse con mayor intensidad en sus tareas cuando son
portadoras de sentido. La simple imposición de una
exigencia y el miedo a las eventuales consecuencias negativas
de su incumplimiento no conducen, en la mayoría de
los casos, a una mayor motivación por la realización
de las tareas y los aprendizajes ni incrementan la disposición
de la persona a esforzarse. Las personas se esfuerzan en la
realización de una tarea o actividad cuando entienden
sus propósitos y finalidades, cuando les parece atractiva,
cuando sienten que responde a sus necesidades e intereses,
cuando pueden participar activamente en su planificación
y desarrollo, cuando se perciben como Competentes para abordarla,
cuando se sienten cognitiva y afectivamente implicados y comprometiéndose
en su desarrollo, cuando pueden atribuirle un sentido.
El DOMINIO DE SÍ MISMO es otra buena
escuela para el fortalecimiento de la voluntad. El autodominio
consiste en controlar los impulsos espontáneos que
no vengan a cuento: levantarse mientras se estudia, gritar,
lanzarse a por su comida preferida, incluso antes de que se
ponga el plato encima de la mesa... Poco a poco, chicos y
chicas deben controlarse y, en concreto:
- Vencer el mal humor.
- Saber acabar todos los proyectos que han empezado.
- Dominar la impaciencia.
El vencimiento habitual en estas cosas, aparentemente menudas,
va creando hábitos de autodominio, de renuncia. A veces
convendrá renunciar a cosas buenas para robustecer
esta fuerza de voluntad e ir alcanzando la madurez: no salir
hasta que se haga la tarea; estudiar para luego poder ver
la televisión, etc. Otras veces, interesará
crear las ocasiones: preparar una excursión en la que
se ande mucho, preparar una actividad no especialmente del
agrado de los hijos...
Sin duda alguna, no hay medio más efectivo para desarrollar
la fuerza de voluntad que el trabajo; pero el TRABAJO
BIEN HECHO. Una persona que desde pequeña
se acostumbra a trabajar esforzadamente, no se dejará
llevar por la ley del capricho y el antojo. Para ello, debemos
exigir realizar sus actividades con perfección. Que
terminen bien las cosas, y no se acostumbren a hacer las cosas
de cualquier manera, o a dejar sus tareas a medio hacer. En
conclusión: la obra bien hecha, el trabajo bien acabado,
es un fundamento seguro para educar una voluntad fuerte. Para
que el trabajo cumpla su función educativa ha de ser
realizado con la mayor perfección de que es capaz la
persona en cada momento.
Lo fundamental está en llegar a transmitir a las familias
que la capacidad de esfuerzo no viene de nacimiento; que precisa
de un entrenamiento basado en la creación de hábitos
firmes, a través del orden y la constancia desde los
primeros momentos de la vida del niño; que es necesario
promover en sus hijos motivos suficientes que les hagan sentir
que merece la pena el esfuerzo realizado. Baste a continuación,
algunas ESTRATEGIAS CONCRETAS QUE AYUDAN A DESARROLLAR
EL ESFUERZO EN LOS NIÑOS(2).
1.
Evitar adjudicarse el papel de “esclavos”
de los hijos. Desde pequeños han de ir asumiendo
sus responsabilidades por básicas que sean.
2.
Ayudarles a ser autosuficientes.
3. Enseñarles a calibrar adecuadamente el coste
de las demandas que conlleva la sociedad de consumo
y a ser críticos con las necesidades que genera.
4. Aprovechar cualquier momento para destacar explícitamente
el esfuerzo que hay detrás de los logros.
5. Inculcarles que no todo es de usar y tirar.
6. Acostumbrarles a que adquieran compromisos y exigirles
su cumplimiento, enseñándoles previamente
a establecerse metas realistas.
7. Enseñarles con nuestro propio comportamiento,
a superar con humor las situaciones frustrantes.
8. Entrenarles para poder tomar sus propias decisiones,
desde ir al cine o al parque hasta decidir sus estudios.
Enseñarles a asumir las consecuencias de esas
decisiones.
9. Promover su generosidad procurando que compartan,
regalen y participen en actos solidarios.
10. ayudarles a controlar sus impulsos para que sean
capaces de demorar las gratificaciones y tolerar la
frustración. Para ello es importante: no ceder
en seguida a sus caprichos; anticiparles los momentos
gratificantes; hablar con ellos sobre el futuro y favorecer
que se tracen algún pequeño proyecto a
medio-largo plazo; favorecer la realización de
colecciones o cualquier afición que suponga esfuerzo
y perseverancia; dosificar los regalos, asociarlos a
algún éxito propio; no permitir que dejen
las cosas sin acabar; mostrarse pacientes y constantes
con ellos.
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Por
último y como conclusión, decir que para educar
al individuo en el esfuerzo, podemos proponer una serie de
objetivos concretos, a corto plazo, que podamos
controlar diariamente. La fuerza de voluntad se forja en cumplir
habitualmente todo lo que hay que hacer, aunque no apetezca.
Así, una semana podemos decirle que se esfuerce por
acabar siempre su tarea; otra, que asista puntualmente a clase,
etc.
BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA:
MARINA, J.A. (1997): “El misterio de la voluntad
perdida”
Anagrama. Barcelona.
SAVATER, F.: “El Valor de Educar”
Ariel. Barcelona, 1999.
NOTAS AL PIE
(1)
Artículo
relacionado con el titulo "¿Para aprender hay
que esforzarse?"
(2) Teresa
López López y Rosa Mª Sáez: "Comunicación
y colaboración con las familias para promover el esfuerzo
escolar de sus hijos" en Aula de Innovación Educativa,
nº 120.
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