Cuando
hablamos de la Declaración de los Derechos del Niño
aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1989
y ratificada con rango de ley por España en 1990, parece
que estamos hablando de un listado de intenciones sobre lo
que deseamos para la infancia. Nada más lejos de la
realidad, pese a que en muchos lugares del planeta no se puedan
garantizar estos derechos, estos no surgen de la buena voluntad
de los políticos (que también), sino de la constatación
durante décadas en el siglo XX de que estos derechos
son en el fondo necesidades básicas que garantizan
el desarrollo de nuestros niños.
La declaración recoge lo que
los investigadores de la psicología del desarrollo
han ido constatando durante años y les ha llevado a
la conclusión de que no garantizar alguna de esas necesidades
supone maltrato infantil. El maltrato infantil tiene diferentes
tipologías y consecuencias pero todas, en mayor o menor
medida, graves e incluso incapacitantes.
Pero qué necesidades especiales
tiene el niño que no tenga cualquier otro ser humano.
Una de las clasificaciones más reconocidas a nivel
internacional de necesidades humanas es la elaborada por Abraham
Maslow. Esta clasificación está basada en la
teoría de la jerarquía motivacional del mismo
autor. Según Maslow las necesidades superiores sólo
desplegarán su potencialidad motivadora cuando las
inferiores estén mínimamente cubiertas. La clasificación
la desarrollamos a continuación:
-
Necesidades fisiológicas: hambre, sed, sueño,
sexo, descanso, ejercicio, evacuación, evitar el
dolor... Tienen que ver con los impulsos fisiológicos
relacionados con el concepto de homeostasis. Estas necesidades
son primordiales y el ser humano tiende a satisfacerlas
antes que el resto de necesidades.
-
Necesidad de seguridad: alojamiento, protección del
bienestar físico, económico o psicológico.
-
Necesidad de filiación: amor y afecto, amistades,
asociación con otros... El amor no es en este grupo
un sinónimo de sexo.
-
Necesidad de autoestima: autoconfianza, independencia, logros,
status, reconocimiento personal, respeto...
-
Necesidad de autorrealización: realizar los propios
potenciales, comportamiento creativo, identificación
con los problemas de la humanidad...
Pero
seguimos con la duda, ¿cuáles son las necesidades
diferenciales de la infancia? Quizá sean las mismas
que señala Maslow pero adaptadas y desarrolladas de
forma específica al momento evolutivo en el que se
encuentra la infancia. Félix López realiza la
siguiente clasificación de necesidades específicas
de la infancia:
a)
Necesidades de carácter físico-biológico:
-
Alimentación.
- Temperatura.
- Higiene.
- Sueño.
- Actividad física: ejercicio y juego.
- Integridad física y protección de riesgos
reales.
b)
Necesidades cognitivas:
-
Estimulación sensorial.
- Exploración física y social.
- Comprensión de la realidad física y social.
- Adquisición de un sistema de valores y normas.
c)
Necesidades emocionales y sociales:
Sociales:
-
Seguridad emocional, identidad personal y autoestima.
- Red de relaciones sociales.
- Participación y autonomía progresiva,
a la vez que necesidad de establecer unos límites
al comportamiento.
Sexuales:
-
Contacto sexual de exploración, autoconocimiento
y autoestimulación.
Con el entorno físico y social:
-
Protección de riesgos imaginarios.
- Interacción lúdica.
Los
adultos debemos responder a estas necesidades de los menores,
ya que estos no tienen la misma capacidad de autoprotección
que los adultos: son más vulnerables, no pueden decidir
sobre su vida de la misma forma, no saben defenderse bien
de los peligros y pueden sufrir efectos irreversibles. Los
expertos en protección infantil nos hablan de que la
desatención de estas necesidades suponen maltrato infantil.
Cuando
hablamos de derechos de la infancia nos impresiona que existan
niños que no tengan sus necesidades básicas
cubiertas, entre esta necesidades básicas se incluyen
la necesidades emocionales. Hace unos años, en una
misión de ayuda humanitaria española para un
país del África subsahariana, alguien preguntaba
por qué era tan urgente cargar en un avión 250.000
canicas y cientos de balones y muñecos, cuando lo que
se necesitaba era comida y alimentos. La respuesta fue obvia,
los niños para desarrollarse adecuadamente, incluso
en situaciones de crisis, necesitan jugar, necesitan querer
y ser queridos. Suponer que no cubrir las necesidades afectivas
de los menores produce consecuencias poco graves contradice
los resultados experimentales. En 1952 Robertson y Bowlby
descubrieron que niños sin familia mostraban graves
deficiencias en el desarrollo a pesar de que fueran bien atendidas
sus necesidades biológicas.
La
necesidad de establecer vínculos afectivos se convierte
en una prioridad para el sano desarrollo de los menores.
A)
La práctica educativa de las familias y las creencias
populares siempre han supuesto que los niños tienen
necesidades afectivas originales y que están predispuestos
a buscarlas.
B)
Se demuestra la necesidad de afecto para un adecuado desarrollo
en experimentos animales. Son sorprendentes los desequilibrios
afectivos que se produjeron en chimpancés al separarlos
de sus madres. Aparecieron trastornos depresivos, acciones
violentas, temores...
C)
Los trabajos de separaciones breves en niños demuestran
los espectaculares efectos de la privación afectiva
que conduce a verdaderos trastornos emocionales.
D)
Las separaciones largas también demuestran que los
vínculos afectivos son necesarios para un adecuado
desarrollo. Estas separaciones pueden provocar trastornos
afectivos y conductuales en el niño, trastornos sociales
y del lenguaje... Hay efectos a largo plazo, por ejemplo,
la falta de confianza en los demás, inseguridad...
la causa de estos efectos es variada.
Numerosos
estudios demuestran que la historia familiar y el tipo de
apego se relaciona con el grado de satisfacción afectiva
que se tiene en las relaciones interpersonales.
Las
personas que describen las relaciones con sus padres como
cálidas tienen una visión más positiva
de los demás.
El
ser humano es un ser social, su tendencia a relacionarse es
una conducta que se ha hecho presente en todas las sociedades
conocidas.
El
lugar que ocupan los vínculos afectivos es un factor
protector que aumenta la resistencia a la vulnerabilidad del
niño, que le motiva y le ayuda a desarrollarse.
Los
vínculos afectivos con la familia son un factor protector
muy importante de los riesgos de la infancia. Pero no es el
único factor protector durante la infancia. Rutter
señala dos grandes mitos de los factores de protección
de la infancia:
-
Creer que hay una sola causa de los problemas.
- Creer que los problemas se solucionan tratando al niño
como un individuo aislado.
Ni
la familia puede controlar por sí sola todos los riesgos
de la infancia, ni los niños deben ser considerados
de forma aislada, si les queremos ayudar de forma exitosa.
La declaración de los derechos del niño nos
dice que éste es un agente activo en las decisiones
que le afectan y en todas las actividades de interacción
con los demás. Desde pequeño, deben tenerse
en cuenta sus peticiones, hacerle partícipe de las
decisiones que le afectan y conseguir que sea un participante
que contribuya eficazmente a satisfacer sus propias necesidades
y las de los demás.
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