La
adolescencia es un proceso por el cual el individuo se desprende
del equipaje de niño para alcanzar el de adulto. En
esta etapa finaliza la feliz tranquilidad de la infancia para
adentrarse en una búsqueda de la identidad y maduración
de la personalidad.
Es precisamente en este periodo de
búsqueda de su propia identidad como adulto donde se
encuentra la mayor cantidad de conflictos que surgen en su
mundo en relación con sus padres, con sus amigos e
incluso consigo mismo. Porque estamos hablando de una etapa
evolutiva de turbulencias, desasosiegos y en muchas ocasiones
de vacío por no hallar el horizonte debido y no poseer
unas expectativas claras. Esta situación de malestar
interno se manifiesta en gran parte de las ocasiones en disputas
con todo y todos los que le rodean.
Pero la adolescencia ¿es tan grave
como la pintan?, ¿supone realmente un desgasta emocional
tan grande para los adultos?, ¿qué pueden hacer
los padres para aliviar el paso por esta etapa? Así
nos podríamos plantear infinidad de cuestiones que
merecen una respuesta y por eso, en este artículo,
no pretendemos describir las características psicoevolutivas
de esta etapa, sino más bien encontrar algo de luz
a algunos de estos planteamientos. Nos limitaremos a comentar
algunas situaciones que se suelen dar y apuntaremos algunas
observaciones que ayudarán a los padres a adoptar una
postura positiva.
En primer lugar hay que decir que la adolescencia
se puede agrupar en tres fases:
Adolescencia temprana: 10 a 13 años.
Adolescencia media: 14 a 16 años.
Adolescencia tardía: 17 a 19 años.
Cada una de estas etapas dura aproximadamente
tres años, pero esta duración es orientativa,
ya que obviamente esto no es igual para todos, ni tiene reglas
fijas. En esta etapa parecen haberse transformado en unos
extraños seres que personifican algunas de las actitudes
que tanto detestamos. Y su aparición nos desconcierta
y su actitud nos resulta incomprensible.
Para muchos padres es un periodo
duro que hay que soportar y en el que no saben disfrutar.
Para los padres puede ser una oportunidad de renovación
de una etapa de la vida maravillosa. Para la mayoría
de los padres es difícil asimilar que su hijo ya no
es un niño pequeño, que a partir de ahora la
palabra de ellos ya no es infalible y que su autoridad está
en entredicho.
Es necesario que se permita
al adolescente emitir juicios, aún a riesgo
de que éstos sean disparatados. Pero debemos saber
que tanto la violencia como el rechazo a los padres tienen
un carácter defensivo, ya que de lo que realmente huye
el joven es del peligro que supone la regresión definitiva,
la no superación de su infantilismo.
Después de reconocer que los
adolescentes atraviesan dificultades, podemos hacernos la
siguiente pregunta ¿los conflictos son inevitables?
La adolescencia es un estadio
propio de la especie humana: no se han descubierto en el animal
conductas específicas de la adolescencia. Y es necesario
aclarar que pubertad y adolescencia, no son
sinónimos. Según Santiago García Tornel
(pediatra): La pubertad se describe como el periodo durante
el cual el cuerpo adquiere características adultas,
y la adolescencia, el tiempo en que la persona crece y se
desarrolla psicológicamente, emocionalmente y socialmente.”
En las chicas el periodo puberal (estirón) se inicia
a los 9-10 años; en los chicos a los 11-12 años.
En la adolescencia algunas de las conductas pueden ser calificadas
como pautas de conductas enfermizas, pero no suele ser así
porque no debemos confundir “adolescente” con
“persona defectuosa”, “incapaz de...”
sino más bien pensar en él como persona en proceso
de adaptación que ha de tomar algunas decisiones difíciles
y ha de realizar algunos aprendizajes también difíciles.
Digamos para concretar que:
Pubertad:
Acto de la naturaleza.
Adolescencia:
Acto del hombre.
En este periodo de la vida, los jóvenes
han de ganar independencia y justo ahora es cuando los padres
imponen una mayor disciplina. Existen algunos punto
de roce entre padres-hijos:
1. El sistema de valores.
2. El porvenir profesional.
3. Las amistades del hijo.
También es importante destacar
que otros motivos de preocupación
y sobre todo de discusión es “el horario de regreso
a casa”. “ El tiempo de estudio y la paga”.
Generalmente los padres afrontan la
adolescencia como una etapa de lucha, en la que hay que salir
vencedores a toda costa. Pero no debemos buscar culpables
porque tanto unos como otros ya se sienten así.
Según Josep Cornellá
en su libro “Cartas a un adolescente”: “La
adolescencia no debe deshacer la convivencia en el seno de
la familia, debe significar su transformación. Padres
e hijos tenemos que aprender a tratarnos como personas adultas,
con comprensión y respeto hacia las peculiaridades
de cada uno”. Tampoco es bueno creer en los tópicos:
“Las generaciones están enfrentadas”, o
“Los jóvenes de hoy son peores que los de antaño”.
La familia, sobre todo los padres,
constituyen el principal apoyo para el adolescente y esta
dimensión no debemos olvidarla a pesar de los conflictos
intergeneracionales y de la necesidad del adolescente de separarse
y diferenciarse de la familia. Esta debe transmitirle los
valores y actitudes adecuados, proporcionar apoyo emocional
y protección.
Es muy importante mantener siempre
abierta una vía de comunicación fluida y en
ambas direcciones pero no es bueno “ser amigos”
de los hijos; los amigos deben buscarlos ellos y los adultos
deben provocar la admiración de los adolescentes y
tener prestigio ante ellos.
Es conveniente incluir algunos consejos
para tratar con adolescentes. Según Carolyn
Meeks, pediatra importante, aquí tenemos algunas “recetas”
para tratar a los adolescentes, que nos serán de gran
ayuda y nos servirán de síntesis final:
-
No tome la forma de ser de un adolescente como algo
personal.
-
Escuche positivamente.
-
Dígale que usted tiene el deber de establecer
límites razonables.
-
Comparta con él sus vivencias pasadas.
-
Explíquele que es bueno tener secretos.
-
Intente ser un buen modelo para su hijo.
|
Hay una pauta que suele ayudar y es enseñar
a los hijos (sea la edad que sea) a plantearse objetivos
que exigiremos su consecución siempre y cuando los
padres sean modelos, es decir, sean ejemplo y cumplan antes
ante los adolescentes. En este momento de la vida los padres
pierden protagonismo y aparece, con todas sus deficiencias,
la imagen real de cada uno, con su coherencia o incoherencia.
Evidentemente, si los padres quieren que los hijos se esfuercen
en conseguir los propósitos que se marquen, tienen
que ser los primeros en poner empeño. En caso contrario,
la autoridad paterna quedará anulada.
Y es que para comunicar a los hijos lo que
consideran importante y valioso es necesario tener ocasión
de hacerlo, es decir, han de producirse situaciones de diálogo.
Y se entiende que el diálogo consiste en escuchar y
hablar, no sólo en hablar. Para que el diálogo
desarrolle la confianza de los hijos es necesario.
- Tomarlos
en serio,
no tratarlos como seres inferiores que explican cosas
de las que estamos de vuelta.
-
Conviene no aprovechar la ocasión para
sermonearles.
- Escuchar
con atención lo que quieren explicarnos
o preguntar.
- Hablar
también de lo que les interesa a ellos.
Dar tiempo para abordar los temas que nos interesan
a nosotros.
|
Hay
que reconocer que conseguir el ambiente de diálogo
con los hijos no es tarea fácil, pero es muy importante.
No hemos de olvidar que el diálogo con los hijos no
es un fin en sí mismo, sino un instrumento útil
para nuestra tarea educativa y, en todo caso, el principio
de una amistad entre adultos. El objetivo que perseguimos
es comunicar los valores, establecer compromisos y valorar
las cotas de autoexigencia y de autonomía logrados.
Y a todo esto hay que añadir lo que
supone el primer enamoramiento. Es uno de
los sucesos más importantes de la vida de un adolescente
y llega en una edad particularmente volcánica, en la
que todo lo relacionado con los sentidos se magnifica. Para
los adultos es algo pasajero destinado a convertirse en un
bello recuerdo porque tenemos experiencia propia, pero nuestros
hijos no tienen pasado afectivo y no pueden relativizar sus
primeras vivencias.
El adolescente se encuentra frente a un
sentimiento desbordante, febril, indomable y arrebatador en
el cual zambullirse caiga quien caiga. El deseo de estar con
la amada/o llega a ser tan absorbente que plantea problemas
familiares: los horarios; ya no quiere compartir tiempo con
la familia; un poquito de “celos” por nuestra
parte, etc. Lo cierto es que debemos respetar esta experiencia
porque es trascendental y tienen derecho a vivir ese enamoramiento
como lo siente. Debemos aceptarlo como un proceso normal sin
intentar “bajarlos de las nubes” basándose
en ironías. Bien es cierto que al tiempo que los padres
deben ser considerados con los sentimientos de los chicos,
éstos deben respetar algunas reglas familiares que
aún siguen vigentes.
Y
por último cabría tener en cuenta otro aspecto
muy importante en la vida del adolescente y es su relación
con el sexo. El primer amor es la ocasión
de los primeros juegos sexuales y de la deseada y temida primera
relación sexual. Por ello no sirve de nada esconder
la cabeza y dar la espalda a la realidad. Un clima de confianza
y un diálogo abierto con nuestros hijos pueden evitar
embarazos indeseados, o las temidas enfermedades de transmisión
sexual.
Debe
incluirse información sobre anticonceptivos, sexo seguro,
afrontándolo sin tapujos ya que es nuestra responsabilidad
y abordando no sólo el aspecto físico de la
primera relación sino el afectivo y las razones para
no dar este importante paso.
Pero ¿Qué hacemos cuando el primer enamoramiento
acaba? Hay primeros amores que duran para siempre.
Otros que acaban sin que apenas se den cuenta. Pero hay veces
que el primer amor deja una huella dolorosa que puede alargarse
durante meses. Los adolescentes pueden sufrir una verdadera
depresión y sufrirán intensamente entre otras
cosas debido a que no disponen de los recursos, las herramientas
necesarias y adecuadas para defenderse.
Esta
situación los hace más vulnerables y acaban
cayendo en situaciones que desde el punto de vista afectivo
y emocional llegan a ser trágicas. La
actuación de los padres debe ser prudente, no pueden
hacer nada por alejar un dolor que forma parte de un proceso
natural y por suerte “pasajero”. Debemos aceptar
sus confidencias, si las hay y sobre todo debemos ser afectuosos
nuestros hijos deben saber que estamos ahí y que siempre
pueden contar con nosotros.
Y
es que no todo lo relativo a los adolescentes es tan negativo.
Una reciente publicación de enero de 2003 afirma que
los adolescentes siguen teniendo en los padres una
referencia imprescindible. Viene a decir que los
jóvenes están muy pendientes de lo que dicen
sus padres, según la profesora Montserrat Castellana
en su estudio sobre la relación de los adolescentes
con los adultos. Hay adolescentes que confían en sus
padres los secretos más ocultos o las preocupaciones
más importantes porque encuentran en ellos el respaldo
y el apoyo que esperan.
La
influencia de los padres en determinados ámbitos, se
mantiene durante la etapa adolescente a pesar del papel predominante
que aparentan tener los amigos. Según Montserrat Castellana
en su tesis presentada en la Universitat Ramon Llull, los
jóvenes reconocen a sus padres como educadores, como
las personas que, además de resolverles los problemas
económicos, les ofrecen ayuda incondicional y estable.
Y pese a que muchas veces aseguran que finalmente acaban pidiendo
ayuda a los amigos, por razones de confianza y de comprensión,
reconocen que la experiencia o la capacidad de dar consejos
radica sobre todo en los padres.
Para
esta profesora eso significa que “al menos en la cultura
latina, los adultos continúan siendo un referente para
los jóvenes, que la distancia generacional no impide
el reconocimiento del valor de la experiencia y que pese a
algún portazo o palabras a destiempo, los jóvenes
están muy pendientes de lo que dicen sus padres".
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