Qué
es la bulimia nerviosa
La
bulimia nerviosa es una enfermedad que se caracteriza por
episodios repetidos de ingesta desproporcionada de alimentos
y por una preocupación excesiva por el control del
peso corporal, lo que lleva al enfermo a adoptar medidas extremas
para compensar el aumento de peso. El término bulimia
significa ingesta voraz y se añade nerviosa porque
esta enfermedad, al igual que la anorexia, implica una serie
de alteraciones psíquicas.
La
persona bulímica tiene una imagen corporal de sí
misma totalmente errónea, (distorsión cognitiva),
y una autoestima muy baja que intenta compensar adelgazando
y controlando lo que come: no se acepta y busca una solución
inmediata a sus conflictos dejando de comer para adelgazar
de inmediato. Hambre y ansiedad la llevan a una ingestión
desmedida de alimentos lo que genera, a su vez, sentimientos
de culpabilidad y descontrol que la conducen al vómito,
los laxantes y diuréticos, y a una nueva restricción
de alimentos. Así comienza, una y otra vez, este círculo
vicioso.
La
bulimia se diferencia de la anorexia en que los pacientes
de la primera presentan pesos bastante normales, aunque se
considera que ambas enfermedades son dos aspectos de un mismo
problema (la disorexia), caracterizado, por el temor a aumentar
de peso y la necesidad apremiante de tomar y manipular alimentos.
La
relación entre ambas enfermedades se observa también
en el hecho de que muchas anoréxicas pueden desarrollar
bulimia al cabo de un cierto tiempo. Por el contrario, las
pacientes bulímicas sólo raras veces desarrollan
una anorexia persistente, aunque la bulimia puede estar interrumpida
por períodos de ayuno.
Durante
los últimos años, la bulimia ha ido aumentando
de forma considerable. Los estudios realizados en Europa señalan
entre un 1 y un 3% de bulímicos de edades comprendidas
entre 15 y 30 años. En Estados Unidos la frecuencia
es mayor, entre un 5 y un 10% en estas mismas edades. Estos
datos pueden ser más elevados debido a que este trastorno
puede pasar inadvertido.
Las mujeres en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años
son las más afectadas; los varones pueden padecer bulimia
nerviosa, pero no parece ser tan frecuente como en el caso
de las jóvenes. La proporción es un varón
por cada nueve o diez mujeres, una ratio parecida a la de
la anorexia.
La
sintomatología general de la enfermedad consiste en:
Episodios recurrentes de ingesta voraz (consumo rápido
de gran cantidad de alimentos en un período corto
de tiempo)
Sensación de pérdida de control sobre lo que
se come (no poder parar de comer ni controlar qué
se come)
Conducta compensatoria para no ganar peso (vómitos,
uso de laxantes y de diuréticos, practicar dietas
estrictas o ayunos o realizar mucho ejercicio)
La alternancia de atracones y conductas compensatorias se
produce, como promedio, al menos dos veces a la semana y
durante tres meses como mínimo.
Preocupación desmesurada por la figura y el peso.
Los atracones se realizan a escondidas por vergüenza
ante los demás.
Consecuencias
de la bulimia nerviosa
La
observación de que en la alternancia cíclica
de fases de dieta y ayuno disminuye el metabolismo basal,
tiene una especial importancia para el comportamiento de la
persona bulímica. Cuanto más se cronifica la
situación más difícil les resulta a las
pacientes perder peso en las fases de dieta; sin embargo,
después de los atracones, se constata un rápido
aumento de peso. Esto se debe a que, mientras se mantiene
la limitación de alimentos, el metabolismo basal se
ajusta con rapidez a los niveles calóricos bajos, ("quema
menos"), manteniéndose bajo cuando se recuperan
los hábitos alimentarios normales.
A causa del abuso de laxantes y diuréticos se pueden
producir trastornos electrolíticos y edemas.
Los vómitos autoinducidos pueden provocar ampollas,
desgarros y hemorragias en la garganta y el esófago.
Los dientes acaban erosionándose y se desgasta su esmalte.
Los vómitos provocan en las manos erosiones llamadas
"signos de Russell" que parecen quemaduras.
Al
vomitar, los niveles de sodio y potasio disminuyen y se produce,
entonces, debilidad muscular, hormigueo y entumecimiento de
los dedos de manos y pies, confusión y falta de concentración,
latidos cardíacos irregulares, hipotensión y
lesiones renales.
Hay otras consecuencias también graves que afectan
al carácter y al comportamiento. La paciente se siente
culpable y con mucha ansiedad, siente vergüenza y acaba
odiándose a sí misma. Las relaciones con la
familia empeoran y la paciente está cada vez más
irritable y manifiesta mayor agresividad, situación
que se hace extensiva a los amigos y a las relaciones en el
trabajo.
Causas
de la bulimia nerviosa
Factores
biológicos
Hay
que considerar la influencia genética ya que se han
encontrado correlaciones que avalarían una cierta predisposición
hereditaria a padecer la enfermedad aunque no está
claro qué es lo que se hereda (predisposición
a la obesidad, a padecer trastornos emocionales...)
La predisposición genética a la obesidad podría
influir en la aparición de la bulimia nerviosa dada
la necesidad de estas personas de controlar su dieta. Se ha
encontrado una cierta correlación entre el miedo a
engordar y el seguir muchas dietas con el riesgo de padecer
una bulimia nerviosa.
Las burlas referidas al aspecto y a la gordura tienen un impacto
significativo en la autoestima, en la imagen corporal y, por
ello, pueden desencadenar la enfermedad en conjunción
con los demás factores.
Factores
psicológicos
La
imagen que dan de fuerza, independencia, ambición y
autocontrol contrasta con la que tienen de sí mismas:
se sienten vacías, con un estado de ánimo pesimista
y depresivo, debido a sus sentimientos internos de inseguridad,
vergüenza, culpa e ineficacia. La mala imagen que tienen
de sí mismas contrasta con el ideal que desean alcanzar
y que aparentan ser.
La
paciente bulímica presenta una serie de dificultades
psicológicas que tienen que ver con todos o algunos
de los siguientes aspectos:
-problemas
de autonomía
-déficit de autoestima
-tendencia al perfeccionismo y al autocontrol
-miedo a madurar
-personalidad depresiva y dependiente
-experiencias traumáticas durante la niñez
Factores familiares
Existe más probabilidad de desarrollar un trastorno
alimentario en una familia en la que uno de sus miembros lo
ha padecido con anterioridad. También el hecho de que
uno de los padres presente un trastorno emocional aumenta
el riesgo de que alguno de los hijos desarrolle una bulimia.
Se
ha observado que las familias de pacientes con trastornos
de la alimentación, son familias con déficit
en la comunicación: la enfermedad vendría a
suplir dicha carencia. Por otro lado otro elemento de riesgo
podría ser la preocupación exagerada de los
padres por el peso de los hijos.
Factores
socioculturales
Los modelos de belleza en nuestro entorno sociocultural ejercen
gran presión sobre los jóvenes, sobre todo mujeres,
que tienden a seguir dichos cánones para sentir que
forman parte de su grupo.
Por otro lado, vivimos en un ambiente de abundancia de alimentos
y, al mismo tiempo, la sociedad desvaloriza e incluso menosprecia
la gordura, lo que lleva a comer en exceso y luego a sentirse
despreciable por ello, recurriendo a comportamientos compensatorios
como el vómito, con consecuencias peligrosas para la
salud física y psicológica.
Prevención
y tratamiento
Dado
que la bulimia nerviosa tiene múltiples causas, tanto
la prevención como el tratamiento deberían ser
multidisciplinarios y abordar sus aspectos individuales, físicos
y psicológicos así como los familiares.
Debemos prestar atención a aquellos comportamientos
exagerados con relación a la alimentación: preocupación
excesiva por los estereotipos de belleza, deseo exagerado
de adelgazar, dietas inadecuadas, desconocimiento de los riesgos
que suponen los desequilibrios en la alimentación...
Es muy importante reducir el tiempo entre la aparición
de la enfermedad y su diagnóstico y tratamiento, para
evitar que se haga crónica y por ello con peor pronóstico.
La
frecuencia de las recaídas aconseja que se realice
un tratamiento sin metas excesivas ni muy rápidas para
evitar que la decepción por los fracasos agrave el
problema, lo que da a la enferma la posibilidad de ir recuperando
autoestima y confianza en la propia recuperación.
El tratamiento más adecuado combina la terapia de grupo
con la individual; el grupo ayuda a mantener la motivación
y a no desanimarse con las recaídas, pero es imprescindible
un trabajo individual en el que se haga un análisis
de los estímulos, sentimientos, pensamientos y experiencias
que desencadenan o aparecen en los episodios de hambre voraz.
Puede ser útil anotar dichos desencadenantes para buscar
alternativas a los mismos, por ejemplo realizar alguna actividad
o quedar con los amigos, antes de que empiece uno de dichos
episodios.
Por
otro lado la paciente necesita ayuda para reorganizar los
hábitos alimentarios: un plan dietético concreto,
los acuerdos sobre el total de calorías máximo
para no subir de peso..., son útiles para ayudarla
a recuperar seguridad y confianza.
En
los casos más severos es necesario el internamiento
sobre
todo si el entorno familiar es muy conflictivo y cuando existen
ideas depresivas o autodestructivas.
La
terapia familiar está muy aconsejada y da muy buenos
resultados favoreciendo tanto la resolución de los
conflictos en las relaciones y la comunicación intra-grupo
como las posibilidades de apoyo a la paciente por parte de
los miembros del grupo familiar.
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