El
miedo es un fenómeno psicológico que nos da
la noción de peligro. Es algo normal, con una función
adaptativa que tanto en el niño como en el adulto supone
una reacción emocional ante situaciones “peligrosas”
Estas situaciones pueden ser reales o imaginarias.
Cuando
el miedo se convierte en patología es porque ha superado
el grado de normalidad y se acompaña por otro tipo
de alteraciones como son ansiedades, estados depresivos, obsesivos
o fobias. No podemos negar que el miedo es un sentimiento
desagradable del que no es fácil conocer su origen.
En
los niños vemos más claramente las distintas
variantes del miedo: el lactante que llora porque no quiere
quedarse solo; el miedo a las “brujas o monstruos”,
y otras más evidentes como el miedo a un perro que
les puede morder, o a una simple mosca.
El
miedo tiene un sentido biológico que protege al hombre
de un peligro y debe reaccionar este mecanismo automáticamente
y sin experiencia previa. Algunos investigadores consideran
el miedo a la oscuridad una reacción innata pero casi
siempre son factores externos y sobre todo la influencia educativa
quienes aportan el mayor peso a la hora de predisponer a la
persona al miedo.
En
su forma original el miedo es un mecanismo natural de protección
que aparece ante una señal de peligro. Según
los estímulos y la pusilanimidad del individuo puede
funcionar de forma suave o fuerte. La sensación experimental
produce un estado de tensión interior que se acompaña
de REACCIONES CORPORALES como las que nos
apunta JORGE GARCÍA en su artículo sobre la
“Función del Miedo”:
Ritmo
cardiaco acelerado
Sudoración
excesiva
Tensión
muscular
Sequedad
de garganta y boca
Sensación
de nausea en el estómago
Urgencias
de orinar y defecar
Dificultad
en respirar
Respiración
rápida y entrecortada
Temblores
Dilatación
de las pupilas
Erizamiento
del pelo
Aumento
de la presión arterial
Pero
debemos tener en cuenta que frente a la pusilanimidad existe
otra característica muy unida al origen del miedo:
LA FANTASÍA. La simple imaginación
de algún hecho amenazante bastaría para darnos
miedo. Veamos un ejemplo: a algunos niños les basta
imaginarse que un perro pudiera morderles para tener miedo
a los perros. Incluso la lectura de un cuento puede desencadenar
el miedo. Entonces, ¿qué hacemos?:
· Tenemos
un cuidado exagerado y alejamos a los niños de toda
información susceptible de crear miedo.
· Procuramos
que el niño se enfrente a situaciones nuevas y quizá
atemorizantes.
Esta
segunda opción es la más adecuada y con este
comportamiento alejaremos a los niños de un estado
exagerado ante el miedo. Debemos intentar “dialogar”
con el miedo y descubrir cómo influye en nuestra vida.
Toda persona es un ser único y “sus miedos”
también lo son. Aún así podemos agrupar
“miedos típicos” para afrontarlos mejor.
Este agrupamiento lo podemos hacer según la edad que
nos facilitará más su identificación.
|
EVOLUCIÓN
DE LOS MIEDOS EN FUNCIÓN DE LA EDAD |
|
EDAD |
SITUACIONES
ATEMORIZANTES |
0-6
meses |
Ruidos
fuertes, perdida súbita de apoyo y soporte. |
7-12
meses |
Miedo
a extraños, a la separación de los padres,
a objetos que surgen bruscamente. |
1
año |
Personas
extrañas, separación de la padres, heridas.
|
2
años |
Ruidos
fuertes, animales, separación de los padres. |
3
años |
Máscaras, oscuridad separación de los padres, animales.
|
4
años |
Ruidos,
oscuridad, separación de los padres, animales.
|
5
años |
Lesiones
corporales, ruidos, oscuridad, separación de los
padres, animales. |
6
años |
Oscuridad,
seres sobrenaturales, lesiones corporales, separación
de los padres, ruidos fuertes. |
7-8
años |
Estar
solo, seres sobrenaturales, oscuridad, lesiones físicas,
hacer el ridículo. |
9-12
años |
Exámenes
escolares, lesiones corporales, aspecto físico,
truenos y relámpagos, muerte, oscuridad. |
Pero
¿CUÁLES SON LOS MIEDOS DEL NIÑO?
En primer lugar podemos tratar el MIEDO PRIMITIVO
(del lactante). Para todos los lactantes existe un
único miedo durante las primeras semanas de vida: el
miedo a la muerte. La manera de manifestar los miedos es:
patalear, llorar y gritar. Por ello cada grito o lloro ha
de entenderse como una señal de advertencia del malestar
o como la expresión de una necesidad fundamental. Siempre
que un bebé siente miedo o malestar debería
notar la presencia de la madre muy cerca. Según un
estudio de las investigadoras americanas SILVIA BELL y MARY
AINSWORTH se observó el comportamiento de un grupo
de lactantes durante los tres primeros meses. Después
se volvió a comprobar a los 9 meses y el resultado
fue determinante: los niños cuyo llanto no fue atendido
con frecuencia durante los 3 primeros meses eran significativamente
más llorones que los niños inmediatamente tranquilizado.
La primera piedra para una posterior pusilanimidad (de la
que ya hemos hablado anteriormente) es dejar a un niño
solo en el desamparo de su llanto. También debemos
procurar evitar ruidos fuertes y repentinos.
Otro
tipo de miedo es el MIEDO A LA SEPARACIÓN.
El miedo del niño a la separación y al abandono,
su necesidad de seguridad insatisfecha son exigencias profundas
que impregnan su conducta y vivencias y pueden repercutir
de forma dramática durante decenios. Dentro de este
apartado consideramos dos situaciones por separado:
1.
Miedo a dormir solo (o permanecer solo en casa)
Cada vez que el niño tenga miedo por las noches deberemos
ocuparnos de él (padre, madre o ambos) al día
siguiente con especial intensidad. Cuando llegue el momento
de ir a la cama sentarnos a su lado, contarle algo y acariciarle
la frente y las cejas. Al cabo de tres a cinco minutos se
relajará y dormirá tranquilamente. Este proceder
es lo mismo para dos, cuatro, siete o nueve años. En
cuanto a permanecer solo en casa será un aprendizaje
paulatino y formará parte de su independencia.
Hay
que acostumbrar a los niños a realizar siempre
las mismas rutinas de conducta antes de acostarse para
adquirir hábitos saludables:
1. La hora de acostarse debe ser siempre la misma y sobre
todo temprana para poder descansar ampliamente y adquirir
un hábito de sueño saludable.
2. Debe orinar y evacuar antes de irse a la cama.
3. Haber sido bien alimentado para no experimentar hambre
o sed.
4. Cepillarse los dientes.
5. Ducha o baño.
6. Realizar actividades sosegadas previas al sueño.
No es recomendable juegos movidos o violentos que entrañen
gran actividad física. |
2.
Miedo a ir a la guardería
Sólo cuando el niño está completamente
seguro de ser realmente aceptado por sus padres y de que nunca
será abandonado por ellos podrá asimilar posibles
temores a la separación.
También
podemos hablar del MIEDO UMBRAL. El impulso
del niño a explorar sirve para su desarrollo mental,
movilidad y además es una importante condición
para su independencia. Sin embargo si hay una postura educativa
dominante como “estate quieto”, “no toques”,
etc, plantamos con ella una barrera que detiene el desarrollo
de la personalidad del niño.
El
uso exagerado de la palabra “NO” bloquea el esperanzado
desarrollo de una alegre persona. Al traspasar el umbral hacia
lo nuevo y desconocido muchos niños dejan de sentir
el apoyo de sus padres. Tanto la sobrepreocupación
de los padres como una exagerada obligatoriedad tienen consecuencias
similares: desarrollar el miedo umbral, que según la
fortaleza psíquica y el temperamento del niño
puede reaccionar terca o agresivamente o encerrarse cada vez
más.
Otro
tipo de miedo muy unido a los anteriores es el MIEDO
AL RECHAZO. El deseo de recibir atención
y reconocimiento produce a veces un tipo de conducta agresiva
que no oculta sino un profundo temor al rechazo. |
Muchos
padres tienen dificultades para conversar abiertamente
con sus hijos, para expresar enfado o alegría,
angustia o afecto. Esta dificultad para la “libre
expresión de las emociones” transmite a
los hijos una sensación de rechazo hacia ellos.
|
|
También
existe el MIEDO AL FRACASO que se manifiesta
en muchas edades. Si ve en su hijo alguno de estos indicios
debe examinar su postura educativa:
1.
El niño padece ya el día anterior a un examen
pérdida de apetito o insomnio.
2. Por la mañana, antes del examen, se queja de dolor
de cabeza o de barriga (¡el vómito también
es posible!), o tiene fiebre repentinamente.
3. La letra del niño en el cuaderno de ejercicios es
peor (“temblorosa”) que normalmente.
4. El niño se “olvida” de presentar en
casa un ejercicio escolar mal hecho.
5. En los ejercicios escolares tiene más “fallos
por descuido” que en los deberes.
Para
utilizar el miedo al fracaso utilizaremos estas “armas”:
a) Anime a su hijo, refuerce las opiniones positivas.
b) Examine su barómetro del estado de ánimo:
tono de voz amable; ambiente familiar relajado.
c) Cuidado con los reproches duros y exigentes, amenazas
y castigos. Deben ser proporcionados.
d) Evite sacar a colación a la mínima el
tema “escuela” Sin presión él
irá contando todo lo que quiera saber.
e) Si el niño no consigue vencer su miedo al fracaso
poniendo en práctica los anteriores puntos no se
avergüence de buscar asesoramiento pedagógico
o psicológico. |
ITZIAR
FRANCO ORTIZ nos habla también del MIEDO A
LA OSCURIDAD para el cual nos detalla la siguiente
serie de pautas:
Cuanto
más agradable sea el ambiente en el que duerme
el niño, mayor es la probabilidad de que descanse
plácidamente y no aparezcan respuestas emocionales
negativas.
La luz, el ruido y las condiciones climáticas
de la habitación serán las adecuadas.
El niño debe aprender a dormir a oscuras y no
necesariamente en silencio absoluto, ya que esto le
lleva a sobresaltarse con el menor ruido.
Si nuestro hijo pide la presencia de luz, podemos recurrir
a un piloto de luz para tranquilizarlo y para que pueda
levantarse por la noche si es necesario.
Las camas o cunas deben ser seguras para que el niño
no esté inquieto por si se cae y se hace daño.
Establecer una rutina muy clara para acostarse: acostumbrar
a nuestro hijo a seguir la misma pauta o ritual antes
de ir a dormir, promueve la adquisición de hábitos
de sueño saludables y proporciona seguridad.
Si el niño tiene pesadillas, consolarle con la
luz apagada. Practicar juegos en la oscuridad:
la gallinita ciega, sombras chinescas, regalos escondidos
en la oscuridad, el escondite (escondiéndose
el padre o la madre en el dormitorio a oscuras del niño),
etc.
|
Por
último podemos hablar del MIEDO A LA ENFERMEDAD.
Estos miedos son muy comunes entre los 5 y 7 años aunque
también en edad Preescolar los niños sienten
un gran temor a las heridas, ver sangre o hacerse daño.
Generalmente, la actitud de los adultos, familiares, con este
tipo de fobia, se transmite a los niños. Como primera
norma para que nuestro hijo no desarrolle miedos infundados
evitaremos todo tipo de bromas y amenazas referentes al mundo
médico: “como te portes mal te pondrán
una inyección”... Si el niño tiene que
ser hospitalizado se recomienda a los padres una actitud
serena y tranquila para que el niño tenga
en quién apoyarse y sentirse seguro. Explicarle la
situación desdramatizando: “te darán pastillas
para que no te duela...”
Y
es que hay EMOCIONES QUE VENCEN EL MIEDO
que a juicio de ITZIAR FRANCO ORTIZ son la alegría,
la seguridad, el humor, el enfado, la rabia o la risa.
Enseñar a su hijo a enfrentarse a sus miedos de la
mano de alguna de estas emociones, resulta muy eficaz. Si
su hijo tiene miedo a la oscuridad, podemos enseñarle
a contraponer otra emoción ante ese miedo (Recordar
el artículo "Cómo mejorar la conducta de
los hijos" de la sección "Ambiente familiar".
Por ejemplo, sentir rabia hacia el objeto que teme puede ayudarle
a enfrentarse a él. Entrar en una habitación
oscura sintiendo rabia o risa tonta, enfadarse con la oscuridad
y con los personajes que imagina o burlarse de ella, son actitudes
inteligentes. Incluso podemos teatralizarlo e inventar una
historia que ayudará a su hijo a superar sus miedos
y a sentirse de lo más aliviado si consigue reírse
dentro de una habitación a oscuras.
Esta
autora también nos explica que es importante ayudar
al niño a crear frases o imágenes mentales
de valentía y coraje que le ayuden a enfrentarse a
la situación que teme. Es muy diferente entrar en un
cuarto oscuro pensando "me van a atacar" o "me
voy a encontrar monstruos malos", que pensar "soy
muy valiente y puedo hacerlo muy bien" y "soy capaz
de quedarme a oscuras". Los primeros mensajes hacen que
el miedo cada vez sea mayor, llegando incluso a paralizar.
En cambio los segundos ayudan a mantener el miedo a raya y
pueden ayudar a disminuirlo.
Por
último debemos decir que EL PÁNICO ES
UN DESORDEN COMÚN Y TRATABLE. A juicio de
KAY WIDDWSON los niños y adolescentes sufren períodos
inesperados y repetidos de intenso terror o incomodidad, acompañados
de otros síntomas tales como palpitaciones rápidas
y falta de aliento. Estos períodos que se presentan
sin avisar, se llaman "ataques de pánico"
y pueden durar desde algunos minutos hasta horas.
Los
síntomas de un ataque de pánico incluyen:
Terror intenso (un presentimiento de que algo terrible
está por ocurrir).
Palpitaciones rápidas del corazón, taquicardia.
Mareos o vértigos.
Falta de aliento. Sentirse sofocado.
Temblores
o sacudidas.
Una sensación de irrealidad.
Miedo a morir, a perder el control o a volverse loco. |
Los
ataques de pánico pueden interferir en las relaciones
sociales, el trabajo escolar y el desarrollo normal de un
niño o adolescente. Un niño puede negarse a
ir a la escuela o a separarse de sus padres. Incluso el niño
o el adolescente puede temer salir de casa (“agorafobia”)
Tratando de reducir la ansiedad, algunos adolescentes con
desorden de pánico usarán el alcohol o las drogas
por lo que tendremos que estar atentos a estos comportamientos
y/o las compañías con las que se juntan.
A
modo de RECOMENDACIONES FINALES y siguiendo
a JORGE GARCÍA (antes citado):
1.
No demostrar y manifestar los miedos delante de los
niños.
El miedo puede transmitirse de padres a hijos mediante
el aprendizaje por observación. Unos padres miedosos
además pueden interferir en la desaparición
del miedo de los hijos impidiendo que estos exploren
su entorno. La falta de experiencia influirá
de forma decisiva en la consolidación de los
miedos y su posterior transformación en las temibles
fobias.
2. Seleccionar las lecturas infantiles adecuadas.
3. Contar cuentos agradables, exentos de terror y acontecimientos
truculentos.
4. Fomentar la autonomía e independencia.
5. Seleccionar las películas a visionar, evitando
las de terror y violencia.
6. Realizar cambios graduales en el entorno para acostumbrarlo
a situaciones novedosas.
7. Reforzar los comportamientos valerosos
.8. Evitar la sobreprotección porque fomenta
la dependencia.
9. Enseñar habilidades en relajación y
autocontrol.
10. Y sobre todo, saber escuchar y dedicarles tiempo
suficiente a los pequeños.
|
Para terminar, como complemento a las recomendaciones finales
y puesto que siempre vienen bien unos CONSEJOS PRÁCTICOS,
aquí van unos cuantos que seguro ayudarán a
orientar un poco a las personas interesadas. Seguiremos las
orientaciones dadas por el doctor ESTIVILL en su libro Duérmete,
niño:
Tu hijo no padece una enfermedad.
No tiene un problema psicológico.
No es un mimado, aunque, a veces, te lo haga creer.
Debes concienciarte de que lo que sucede no es culpa tuya.
No veas la situación como un problema, porque realmente
no lo es.
Relájate, si estás relajado serás mucho
más útil, ya que no interrumpirás el
sueño de tu hijo y podrás solucionar las cosas
de una manera coherente.
Y, sobretodo, en caso de que tu hijo sufra un trastorno del
sueño, no lo despiertes, con eso no solucionarás
nada, sólo conseguirás que se asuste.
Otros
consejos que podemos tener en cuenta son:
Acudir
cuanto antes a la habitación de su hijo.
No
asustar a su hijo de forma gratuita.
Abrazarlo, calmarlo.
Decirle
frases sencillas y tranquilizadoras como: " cálmate,
no pasa nada, tu mamá/papá está contigo".
Realizar
cualquier cambio en la rutina de su hijo de forma gradual
para acostumbrarlo a situaciones nuevas.
Adoptar algunas medidas de prevención de posibles accidentes
en caso de que su hijo pierda el control: procurar que la
cama no esté demasiado elevada, que la lámpara
de la mesilla sea resistente, etc.
Educar positivamente, empleando elogios e incentivos en lugar
de amenazas y coacciones.
Consultar a un especialista si los episodios se producen con
mucha frecuencia.
Potenciar al máximo la autonomía que el niño
va adquiriendo a medida que aprende.
Restar importancia a las manifestaciones normales de temor
de su hijo. Es normal que los niños tengan cierto miedo.
Los
juegos de esconderse y encontrarse en todas sus modalidades
ayudan a vivir la separación de una manera lúdica
y muy educativa, ya que aprenden a saber que cuando no nos
ven no significa que hayamos desaparecido.
Aprender a controlar nuestra ansiedad. La ansiedad y los sentimientos
de inseguridad se contagian a los hijos.
Cuanto
más agradable sea el ambiente en el que duerme el niño,
mayor es la probabilidad de que descanse plácidamente
y no aparezcan respuestas emocionales negativas.
BIBLIOGRAFÍA
RELACIONADA CON EL TEMA:
ARND
STEIN: “Mi hijo tiene miedo”
Plaza & Janés. Barcelona, 1988
FRANCISCO
XAVIER MÉNDEZ: “Miedos y temores en la infancia”.
Ayudar a los niños a superarlos. Pirámide.
FANNY
JOLY: “¿Quién tiene miedo al lobo?”
Anaya Infantil y Juvenil
JOSÉ
OLIVARES: “El niño con miedo a hablar”
Ediciones Pirámide
FANNY
JOLY: “¿Quién tiene miedo a la tormenta?”
Anaya Infantil y Juvenil
BONIFACIO
SANDÍN: “Ansiedad, miedos y fobias en niños
y adolescentes”
Dykinson
CHIARA CARRER: “¡Qué miedoso!”
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