Los
estudios sobre drogas señalan tres grandes grupos de
factores que intervienen en el consumo o en la prevención:
factores personales, sociales y familiares.
La
familia -centrándonos en el último grupo- es
un agente clave en la prevención de conductas de riesgo
ya que en ella, como ámbito natural de socialización
primaria de la persona, se desarrollan los comportamientos,
actitudes y valores básicos que el individuo perfeccionará
a lo largo de su existencia.
La
experiencia muestra que las interacciones que se producen
entre los miembros de una familia acaban repercutiendo en
su funcionamiento general. La piedra lanzada al lago y las
ondas que van recorriendo toda la superficie del agua es una
socorrida metáfora de cómo actúan las
interacciones en el sistema familiar. ¿Pero cómo
puede influir la familia en conductas de consumo de drogas
de sus miembros adolescentes? Sin perder de vista que la adolescencia,
como etapa evolutiva específica, se convierte en un
periodo que favorece la experimentación con sustancias.
La percepción de su invulnerabilidad, característica
del adolescente, puede inducirle a probar sustancias peligrosas
en un estado anímico de aparente control o de ausencia
de problemas
Previamente,
conviene recordar algunos conceptos sobre la utilización
de las drogas.
Modelos
de consumo
El
consumo de sustancias puede responder a los siguientes patrones:
Uso: Consumo que no produce consecuencias negativas en el
individuo porque no las utiliza habitualmente o las cantidades
ingeridas son mínimas.
Hábito: Consumo repetido que, aunque no implica el
incremento de la dosis, sí puede conducir a la dependencia.
Abuso: Uso excesivo o inapropiado de una sustancia.
Los
adolescentes españoles que consumen drogas se mueven
entre el uso y el hábito, y no tienen por qué
estar relacionados con el mundo de la marginalidad y la delincuencia,
como ocurría en los años ochenta. En la actualidad,
el consumidor adolescente de drogas apenas consume heroína,
que es la sustancia más estrechamente relacionada con
entornos de marginalidad social.
Tipo
de sustancias
Según
el Plan Nacional de Drogas, en lo que se refiere a las sustancias
legales, en el año 2000 un 68'5 % de los adolescentes
consumió alcohol y un 25'3 % tabaco. Entre
las drogas ilegales destaca el cannabis con un 28'5% de jóvenes
que lo habían probado, seguido de la cocaína
y de las drogas de diseño. Frente
a patrones tradicionales de consumo, que primaban una sustancia
principal en alternancia con esporádicas pruebas con
otras, los adolescentes actuales son policonsumidores: suelen
ingerir diversas sustancias en función del contexto
de ocio en el que se encuentren.
Factores
de riesgo en las familias
Los
estudios sobre factores de riesgo asociados al consumo, señalan
los siguientes factores relacionados con la familia.
Sobreprotección: Exceso de protección
por la angustia que sienten los padres ante unos hijos cada
vez más autónomos. Ésta produce en
el adolescente poca autonomía, irresponsabilidad,
escaso sentido crítico y dificultad para tomar decisiones
ya que en todo momento va a necesitar la aprobación,
deseada o no, de sus progenitores. Un adolescente que acaba
asumiendo las consecuencias de esta sobreprotección
puede presentar una seria dificultad para establecer relaciones
grupales o hacerlo de forma dependiente, porque estará
excesivamente vinculado a sus padres o asumirá que
él, como individuo, debe ser objeto de aprobación
en toda relación y tratará de cumplir expectativas
aunque no tengan nada que ver con su escala de valores.
Falta de comunicación: Dificultad para escuchar
o responder adecuadamente por parte de los padres. El adolescente
suele quejarse de lo "poco comprendido" que es
por sus progenitores, pero no es a esto a lo que nos referimos
cuando hablamos de esa dificultad en escuchar o responder. El
problema aparece cuando el adolescente, por su lado, y los
adultos, por el suyo, perciben que se mueven en mundos
totalmente incomprensibles para el otro. Entonces los padres
tienden a establecer un paralelismo continuo entre sus experiencias
y las que no acaban de entender en su hijo.
La situación genera introversión, inseguridad
y ansiedad en el joven puesto que percibe que su mundo emocional
es cuestionado constantemente. Que el adolescente asuma
esto como natural supondrá dependencia en las relaciones
sociales, problemas de integración y excesiva subordinación
al grupo ya que necesitará ganar ese lugar que no
encuentra en su familia.
Dificultad para fijar límites: La permisividad
o rigidez de los adultos son igualmente dañinos para
el adolescente y aún más nociva será
la oscilación entre ambos sin un motivo definido.
La permisividad acarrea dificultades para interiorizar normas
debido a que la ausencia de ellas en el entorno familiar
impedirá, al no comprender su necesidad social, la
generalización a otros medios. La rigidez genera
falta de flexibilidad en el cumplimiento de las normas o
una tendencia a la transgresión de las mismas, además
de condenar al adulto a una actividad permanente para normativizar
todo. La oscilación entre ambos extremos expone al
adolescente a una situación de indefensión,
en la que no sabe qué es lo que se espera de él.
Esto se traduce en un liderazgo impositivo o en una inhibición
relacional, dos extremos desequilibrados y despersonalizantes
que impiden que el sujeto se manifieste como realmente es.
Situación familiar conflictiva:
La relación conflictiva entre los padres produce
cambios bruscos de comportamiento e incremento de la ansiedad
en los hijos. Aunque el proceso evolutivo del adolescente
le lleva a diferenciarse de su familia, ésta sigue
siendo -aun por contraposición- la referencia central
en su proceso de maduración. Una relación
familiar conflictiva conlleva en el adolescente la dependencia
del grupo que así intenta conseguir su amparo o la
dificultad para establecer relaciones grupales que eviten
el compromiso relacional que tanto dolor le causa en su
familia.
Consumo excesivo de drogas por parte de los padres:
No nos referimos exclusivamente a las drogas ilegales, el
alcohol consumido por los padres puede ser una importante
fuente de problemas en la familia. Asimismo hay que enfatizar
que una actitud permisiva o el mismo consumo de sustancias
tóxicas en los progenitores puede promover un aprendizaje
por modelado y facilitar la incorporación del adolescente
a grupos de consumidores.
Sobreexigencia: Exceso de expectativas sobre el adolescente.
El afán de que los hijos obtengan éxito y
logren las mejores oportunidades puede ocultar a los padres
las verdaderas capacidades, necesidades y deseos de sus
hijos. Y, en consecuencia, quizá estos pueden llegar
a sentirse infravalorados. La sobreexigencia favorece la
falta de motivación y añade dificultades para
aceptar los fracasos. En las relaciones sociales, podría
implicar rivalidad porque el joven sometido a sobreexigencia
tenderá a pensar que se es bueno si se es mejor que
otro.
Todos
estos factores citados se correlacionan con el consumo de
droga pero no lo implican necesariamente. Aun en el caso de
que se diesen todas estas situaciones, el muchacho expuesto
a ellas no está abocado a consumir, ni tan siquiera
a probar, sustancias tóxicas. Es decir, no puede negarse
la influencia de los factores de riesgo en el entorno familiar,
pero no son los únicos, estos confluyen con otros factores
individuales y sociales en el inicio y mantenimiento de las
conductas de consumo.
¿Cómo
proteger dentro de la familia?
No
existen fórmulas magistrales para evitar el consumo
de sustancias en los hijos adolescentes. Cada adolescente
es diferente. Nada arreglará que hablemos de las drogas
con
nuestros hijos si antes no hubo un acercamiento sincero a
su mundo emocional y el deseo de hacerles notar que pueden
contar con nosotros cuando lo deseen y necesiten. Como dice
Jaume Funes "no habrá posibilidad de ayudarles
[a los adolescentes] cuando tengan problemas con el consumo
de drogas si antes no se les prestó ayuda simplemente
cuando tenían dificultades, cuando estaban en crisis"
En
todo caso siempre podemos reconocer el mayor número
de los factores de riesgo en nuestro ámbito familiar
y transformarlos en factores de protección:
Protección orientada a la autonomía.
Estar pendientes para evitar riesgos innecesarios pero pretendiendo
que sean ellos los que vayan formando sus propios criterios.
Se trata de que nuestro hijo tenga una autoestima alta y
equilibrada que le permita desenvolverse sin lanzarse a
riesgos innecesarios.
Comunicación. Escuchar desde las necesidades
de los adolescentes. Intentar no juzgarles, invitarles a
la reflexión y respetar sus decisiones.
Establecer unos límites claros y estables.
Ayudarles a ser autónomos no implica permitir que
hagan lo que quieran. Los límites producen, entre
otras cosas, seguridad.
Coherencia. No podemos pretender que nuestros hijos
no consuman sustancias tóxicas si nosotros no somos
capaces de no excedernos o de mantener una posición
sin ambigüedades al respecto. Los adultos quizá
seamos capaces de buscar el equilibrio pero no olvidemos
que la adolescencia es una etapa de extremos.
Exigencia. No se trata de pedirles lo imposible,
pero tampoco de permitirles desaprovechar sus capacidades
e ilusiones.

La
información sobre la peligrosidad de las drogas no
es suficiente y en ocasiones resulta ineficaz. La labor de
los padres ha de estar orientada a establecer vínculos
familiares sanos, a ocuparse y no "preocuparse"
del ocio de sus hijos e incrementar la autoestima de los adolescentes
para que sean ellos, desde su propia seguridad, los que puedan
decir: "no".
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