Expresar
sentimientos no es tarea sencilla. Los padres deben contribuir
a que sus hijos aprendan a expresar sus sentimientos y emociones
asegurándose de proporcionarles los modelos más
adecuados de aprendizaje emocional y de expresión de
sentimientos.
Este tipo de aprendizaje se realiza fundamentalmente en la
familia porque los padres aman a los hijos y los hijos a los
padres y esto es suficiente para iniciar el arte de comprender
y sentir sus emociones. Este aprendizaje emocional se manifiesta
en lo que los padres dicen y hacen y también en los
modelos que les ofrecen para manejar sus propios sentimientos
en pareja.
El PRIMER PASO para conseguir salir triunfantes
en esta difícil tarea es ser capaces de escuchar con
toda atención a los hijos, en cualquier
situación y edad. Los padres deben transmitirles que
sus sentimientos son tan importantes para ellos como para
los padres.
Otro punto importante es no intervenir con
palabras antes de que ellos hayan expresado totalmente sus
inquietudes. Alguna expresión como “vaya”,
sin emitir más palabras les dará espacio para
comunicarse sin sentirse juzgados. Expresiones de este tipo
manifiestan interés por lo que los hijos dicen; expresan
que los padres les escuchan e intentan comprender; se trata,
en definitiva de emitir respuestas abiertas (aspecto que trataremos
en otro artículo).
En tercer lugar, hay que ayudarles a nombrar lo que sienten.
Cuando los niños saben que son escuchados y comprendidos
aprenden a fiarse de sus sentimientos, a manejar emociones
como la tristeza, antipatía, vergüenza, ira o
rechazo. Para tener éxito en las relaciones sociales
es fundamental mantener el control de las emociones, por encima
del carácter personal y ello se consigue si en la familia
se lo facilitamos.
Según la profesora CARMEN HERRAR GARCÍA con
los siguientes CONSEJOS PRÁCTICOS
conseguiremos que los hijos lleguen a ser adultos emocionalmente
estables:
1.
Escuchar atentamente sin intervenir hasta el final.
2. Darle tiempo a que se explique y que llegue a sus propias
conclusiones.
3. Conceder credibilidad y confianza a sus sentimientos: no
recriminarle ni juzgarle.
4. No hacer juicios previos etiquetándole.
5. Ayudarle a nombrar lo que siente. Debe reconocer y diferenciar
sentimientos: temor, ira, miedo, alegría, sorpresa,
disgusto...
6. Promover en casa un ambiente general de escucha y respeto
por los sentimientos de todos los miembros.
Si se observa el desarrollo emocional de los niños
se pueden descubrir estadios iniciales de problemas que pueden
llegar a ser serios. Hablamos de algunos síntomas como
tristeza persistente, lloros. Esto puede ser una señal
de alarma ante una depresión infantil, que diagnosticada
tempranamente se podrá tratar con eficacia.
La DEPRESIÓN se puede definir como
una situación afectiva de tristeza mayor en intensidad
y duración que ocurre en un niño. Es una enfermedad
causada por la condición depresiva persistente interfiriendo
con la habilidad de funcionar del niño o adolescente.
Existe mayor riesgo de padecerla en niños que viven
con mucha tensión o que han experimentado una pérdida
traumática. También hay riesgo en niños
que tienen desórdenes de la atención del aprendizaje
o la conducta. Decíamos que es importante observar
la conducta, o más bien, el cambio en la conducta para
detectar posibles anomalías. Si un niño deja
de jugar con sus amigos para pasar más tiempo sólo;
si las cosas que le gustaban ya no le interesan o incluso
si se empieza a portar mal en casa o en la escuela debemos
dialogar de modo amigable con él para compartir lo
que está experimentando y ayudarle.
Existen algunos síntomas que nos pueden
dar la clave ante una depresión: tristeza, irritabilidad,
anhedonia (pérdida del placer), llanto fácil,
falta del sentido del humor, cambios en el sueño, baja
autoestima, sentimiento de no ser querido, cambios de apetito
y peso, hiperactividad e ideación suicida.
Además de los anteriores síntomas también
pueden observarse conductas como las siguientes:
1. Quejas frecuentes de enfermedades físicas como dolor
de cabeza y estómago.
2. Deterioro en los estudios o faltas en la escuela.
3. Falta de energía y aburrimiento persistente.
4. Concentración pobre.
5. Desesperanza.
6. Pérdida de interés en sus actividades favoritas;
o inhabilidad para disfrutar de las actividades favoritas
previas.
7. Aislamiento social, comunicación pobre.
8. Sensibilidad extrema hacia el rechazo y el fracaso.
9. Aumento en la dificultad de relacionarse, coraje u hostilidad.
10. Cambios notables en los patrones de comer y de dormir.
11. Hablar de o tratar de escaparse de la casa.
El
diagnóstico y tratamiento temprano es esencial ya que
es una enfermedad real que requiere tratamiento y ayuda profesional.
Algunos niños admiten cuando se les pregunta que están
tristes o que son infelices. De ahí la importancia
de la familia para recoger las inquietudes emocionales de
los hijos y como decíamos al principio, fomentar el
clima apropiado para expresar sentimientos o estados de tristeza
y poder afrontarlo.
¿POR QUÉ SE PRODUCE LA DEPRESIÓN INFANTIL?
Existen varios aspectos:
Conductual:
porque hayan ocurrido acontecimientos negativos en la vida
del niño o ausencia de refuerzos.
Cognitivo:
cuando el niño ha tenido experiencia de fracasos, juicios
negativos o indefensión aprendida entre otros.
Psicodinámico:
si ha existido pérdida de autoestima o pérdida
del objeto bueno.
Biológico:
si existe una disfunción del sistema neuroendocrino,
disminución de la actividad de la serotonina y por
efecto de la herencia.
De todos estos factores se produciría una conducta
desajustada cuando interaccionan varios de ellos. En la familia
el niño va a desarrollar los elementos básicos
para su vida futura: el lenguaje, motivaciones, hábitos,
etc. En principio, el apego del niño a la madre es
fundamental en su desarrollo personal y social. Los apegos
inseguros se han relacionado con todo tipo de problemas de
conducta y con la depresión.
También es fundamental las buenas relaciones del niño
con sus padres así como el puesto que ocupa entre los
hermanos. Se sabe que la posición intermedia es la
más vulnerable. Es importante que los padres construyan
de manera adecuada la autoestima en los niños así
como incentivar la capacidad de afrontar problemas y manejar
la frustración.
Y ¿QUÉ PAPEL TIENE LA ESCUELA CUANDO
SE PRESENTA ESTA SITUACIÓN? En ella se puede
localizar precozmente cualquier atisbo de depresión.
También el rendimiento escolar puede determinar algún
problema pudiendo ser causa o efecto de la depresión.
De ahí la importancia de una buena evaluación
y seguimiento del maestro para detectar cambios. En cuanto
a los instrumentos de evaluación de la depresión
infantil (esto únicamente lo damos a conocer a los
padres a título de información, no para ponerlo
en práctica), se pueden encontrar pruebas de lápiz
y papel: entrevistas, cuestionarios, etc., en este caso si
se quieren medir conductas interiorizadas. Y en el caso de
querer medir una conducta manifiesta, se hará una observación
de conducta, registro de conducta y aplicación del
juego infantil.
También existen pruebas de carácter endocrino
para evaluar aspectos biológicos. Es de gran ayuda
la entrevista a los maestros, compañeros y familia
del niño.
Por último cabe hablar de ¿QUÉ
TRATAMIENTO SEGUIR? En principio, por supuesto el
que el especialista establezca. Sabemos que lo lógico
es que sea individualizado y dependerá de la fase de
desarrollo en que se encuentre el niño. Se acudirá
al psicólogo para realizar terapia familiar o individual
y, dado el caso, un tratamiento farmacológico puede
ayudar.
BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA:
FRANCISCO XAVIER MÉNDEZ: “El niño
que no sonríe” Estrategias para superar
la tristeza y la depresión infantil.
Ediciones Pirámide
FRANÇOISE SAGAN: “Buenos días, tristeza”
Ediciones Cátedra
MARTIN E. P. SELIGMAN: “Aprenda optimismo”
Grijalbo Mondadori
Mª LUISA FERRERÓS:” Educar con inteligencia
emocional”
Tibidabo, S.A.
MAURICE J. ELIAS, STEVEN E. TOBIAS Y BRIAN S. FRIEDLANDER:
“La amistad”
Plaza & Janes Editores
FRANCESCO ALBERONI: “Guía para la salud emocional
del niño”
Gedisa, S. A.
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