En
el presente artículo se pretende dar ideas a los adultos
para conseguir evitar, prevenir cualquier disputa familiar
con los hijos sean de la edad que sean. Sabemos que es mejor
evitarlas que no afrontarlas. Si es el segundo caso podemos
remitirnos a los recursos que se ofrecen en el artículo
de esta sección titulado “Cómo afrontar
una pelea familiar” El objetivo de todo adulto, padre
o madre, es prevenir esas situaciones tensas que se suceden
con los hijos y que crean malestar y distanciamiento entre
los miembros de la familia.
En primer lugar debemos tener en cuenta que LA MALA
CONDUCTA PUEDE SER UNA LLAMADA AL AMOR. En gran número
de ocasiones, los hijos se comportan de una forma inadecuada
con el único fin de llamar la atención de los
mayores y lo que nos están pidiendo en realidad es
que los atendamos, los queramos, les falta afecto. No tenemos
que entender las situaciones de pataleo, contestaciones inadecuadas,
etc. como algo personal. Es erróneo pensar que cuando
un hijo dice “¡...no te quiero!”, lo dice
de verdad, o que es un ataque personal. Es más acertado
pensar que el hijo, en esa situación de ira, está
manifestando falta de cariño y a los padres no les
supondrá un gran esfuerzo ofrecérselo planteando
los límites necesarios ante la mala contestación
o comportamiento fuera de lugar que previamente ha manifestado
el hijo.
Es necesario, por otro lado, recordar al hijo que TODOS
ESTÁN EN EL MISMO EQUIPO. Es necesario convencer
al hijo en un momento de enfado que tanto el adulto como el
hijo se encuentran en la misma situación que es la
de convivir juntos y quererse. Es imprescindible contactar
visualmente con el chico y decirle que pese a que no esté
de acuerdo con la medida adoptada, pese a que no se le deje
ir a donde el hijo quiere, o hacer lo que él quiere,
los dos o todos los miembros de la familia están del
mismo lado, con los mismos objetivos, en el mismo equipo.
Para prevenir una mala situación entre padres e hijos
como una disputa familiar, debemos recordarles que NADIE
ES PERFECTO. Todos sabemos la cantidad de veces que
hemos vuelto a casa después de un mal día: hemos
tenido un día tenso en el trabajo, para llegar a casa
hemos tenido que soportar un gran atasco y además bochornosas
tensiones con los otros conductores, no está la comida
hecha, la casa sin colocar y limpiar y para colmo llega la
hija diciendo que le han suspendido el examen que el día
de antes le costó tanto esfuerzo preparar. Situaciones
similares a la descrita se dan a menudo en la familia y es
el caldo de cultivo para explotar ante una mala contestación,
mirada, gesto o similar. Es el momento ideal para recapacitar
y recordar con los hijos que nadie es perfecto, reconocer
las culpas, lo que genera siempre un acercamiento en la familia
y un reconocimiento del cariño y del amor que se profesa
en el seno familiar.
SIEMPRE DEBEMOS AFRONTAR UN CONFLICTO Y NO EVITARLO.
En la convivencia diaria se generan multitud de situaciones
que no son siempre agradables. Esto es normal porque no todos
pensamos igual. Incluso debemos decir que es necesario
que surjan conflictos porque cada uno debe defender sus
ideas, sus posturas, sus formas de ver la vida e interpretar
las relaciones humanas. Pero es importante recalcar que un
conflicto no debe incluir una pelea. Debemos saber vivir
respetando al prójimo y sus ideas. Hay que insistir
que es bueno que cada uno tenga sus ideas. Surge el problema
cuando cada uno piensa que sus ideas son mejores que las de
los demás (situación de gobierno autoritario),
o que la forma de pensar de los demás es errónea
y nosotros estamos en lo cierto (situación que provoca
irritación en los demás). Los
hijos han de saber que el desacuerdo es positivo.
Podemos afirmar esto porque el desacuerdo obliga a expresar
las ideas y los sentimientos de cada uno lo que es señal
de salud y clima de libertad y respeto a las formas de pensar
de los demás. Los padres no deben esconder sus sentimientos
y ante todo, deben expresar sus sentimientos en el momento
que los problemas surjan. De lo contrario, el resentimiento
y malestar se va adueñando del ánimo de uno,
se crean frustraciones y lo más fácil es que
surjan peleas y riñas, cosa que queremos evitar. Por
otro lado, los hijos, basándose en el aprendizaje por
imitación, ven el comportamiento de los padres y acaban
haciendo lo mismo y cometiendo los mismo errores.
Por último, hay que recordar que EL ADULTO
DEBE PREOCUPARSE POR SÍ MISMO. Esto quiere
decir que si el adulto cuenta con un equilibrio psíquico,
emocional, afectivo, físico, etc., en una palabra,
con buena salud, es obvio que repercutirá positivamente
en las personas que conviven con él. Este estado de
bienestar irradia a los demás felicidad, relajación,
energía positiva que redundará en buenas relaciones
entre todos y respuestas adecuadas ante cualquier situación
anómala que pueda surgir.
CAROLYN MEEKS en su libro "Recetas para educar"
(Ediciones Médici, Barcelona 2002) expone algunas PAUTAS
PARA PREVENIR UNA CRISIS que exponemos a continuación:
1. Ejercicio.
El ejercicio sistemático a lo largo de la semana practicando
algún deporte o bien el paseo comporta bienestar a
uno mismo y un adecuado equilibrio emocional.
2. Meditar,
relajarse o soñar.
El hombre en la historia ha dedicado tiempo a la meditación.
Hoy día, debido al ritmo acelerado de vida que llevamos,
no nos paramos a pensar en las cosas que hacemos o en los
porqué de los acontecimientos que suceden a nuestro
alrededor. Ante esta situación, es necesario pararse
a pensar un corto espacio de tiempo cada día. Es una
medida que reconforta la mente y el espíritu que aporta
paz interior.
3. Contacto.
El contacto tanto físico como visual resulta una terapia.
Tanto los hijos como los padres necesitan del contacto para
entenderse y vivir en fraternidad.
4. Minivacaciones.
Es necesario recompensarse de vez en cuando. En gran número
de ocasiones conseguimos lo que pretendemos y no lo celebramos.
Es verdad que no nos podemos permitir irnos de vacaciones
al tres por dos o disfrutar de todo el tiempo libre que quisiéramos,
pero tampoco es necesario. Únicamente debemos dedicar
pequeños periodos de tiempo a realizar tareas originales,
creativas que nos permitan salir de la monotonía. Por
ejemplo, las salidas cortas frecuentes resultan más
beneficiosas que las largas y más espaciadas.
5. Aceptar
ayuda.
No sea mártir de continuo. Cuando le ofrezcan ayuda,
acéptela. Acepte consejos que siempre vienen bien.
Incluso debemos saber pedir ayuda si no nos la ofrecen.
6. Tomar
partido.
Toda persona que se interesa por las cosas y/o las personas,
es interesante en sí misma. Es bueno y sano pertenecer
a algún grupo, asociación, etc.; hace sentirse
viva, activa a la persona. Por otro lado, pertenecer a un
grupo obliga a la persona a implicarse e involucrarse en acontecimientos
de la vida cotidiana, a ayudar a los demás y a comprender
la vida de otra forma que redunda en una mejor educación
con los hijos.
7. Cuidar
la salud física.
Empezando por despreciar la comida rápida. La buena
costumbre de cuidarse físicamente redunda en beneficio
de los hijos porque también se esfuerza uno en que
los hijos se encuentren sanos físicamente. Igual de
bueno es la actividad física como un descanso reparador,
suficiente y de calidad.
8. Juego.
El adulto también necesita jugar por adulto que sea.
No nos referimos a juegos como los de los niños. Se
trata más bien, de pensar que tareas, actividades que
reconforten al adulto, que le hagan sentirse bien, o pasar
un rato agradable por trivial que parezca. Hay que procurar
hacerlo durante unos minutos todos los días.
Si
conseguimos llevar a cabo todas estas medidas o por lo menos
tenerlas en cuenta en nuestra actividad diaria estamos consiguiendo
un doble objetivo muy importante: por un lado conseguimos
una vida más feliz y agradable con más bienestar
y calidad; por otro, hacemos un gran regalo a los hijos y
es ofrecerles un hermoso modelo para alcanzar el bienestar
y la felicidad.
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