Es
sabido que hay padres o madres que se encuentran en un estado
constante de enfado. Recurren a él para conseguir sus
propósitos. Han llegado a esta situación sin
darse cuenta e incluso no son conscientes de que ese estado
de enfado permanente se manifiesta y crea en los demás
de su círculo social y familiar más inmediato
un estado de nerviosismo y más en los hijos que suelen
recibir, por desgracia, improperios, mensajes inadecuados
que producen desorientación.
También
suele ocurrir que los padres que recurren con frecuencia al
enfado hacen propósitos para no llegar a él
y aguantan una situación problemática pero no
logran su objetivo y terminan por caer en lo más fácil
y casi lo único que saben hacer que es aplicar la fuerza,
gritar, las malas maneras, etc. Esto supone una frustración
más porque han caído como siempre en la misma
situación y les crea malestar interno. Todo esto porque
ven que si no recurren al enfado los demás no la toman
en serio, los hijos no le obedecen y es una forma de autoafirmarse,
adquirir autoridad ante los demás.
En
lugar de distanciarse o afrontar las cuestiones y los conflictos
en su etapa inicial y aguantar a que el hijo sepa reaccionar
y así evitar la reprimenda, recurren a enfadarse para
exigir una respuesta. El resultado es el constante enfado.
Lo
peor viene cuando deben incrementar constantemente el nivel
de enfado para seguir obteniendo autoridad y los
resultados deseados. Esto es un peligro porque en algún
momento está el límite y por otro lado también
es difícil discernir en qué medida hay que enfadarse
ante un problema presentado por un hijo.
Lo
que ocurre es que el enfado en sí no es malo,
al contrario, los hijos deben aprender a reaccionar ante un
enfado y asumir el malestar que causa en el otro una situación
problemática generada por ellos. En algunas ocasiones,
el enfado es la única respuesta razonable ante determinadas
situaciones como por ejemplo poner en peligro la integridad
física de un hermano; cuando se es desconsiderado con
los sentimientos de los demás; o cuando el hijo se
niega a atenerse a las decisiones de la familia respecto a
cuestiones importantes.
En su día se llegó a
decir que era negativo enfadarse y podía herir la sensibilidad
del menor. Esta idea provocó que hoy día haya
muchos padres teman mostrar enfado. Esta actitud se da en
situaciones en que el padre o madre está muy nervioso,
“explotaría” de buena gana y no lo hace
y ofrecen como respuesta al niño una sonrisa que en
muchas ocasiones resulta irónica o burlona con lo que
confunde aún más al niño y puede que
el resultado obtenido sea más negativo todavía.
Si por el contrario los padres no consiguen controlar sus
instintos y llegan a mostrar su ira el “terremoto”
que se produce es nefasto.
En las situaciones descritas anteriormente,
el hijo va controlando su comportamiento y mide o pone a prueba
el nivel de tolerancia de los padres. Los padres sensatos
se reservan el enfado para cuestiones y comportamientos que
realmente lo merecen.
Como
en toda reacción humana, si se abusa del enfado
llega a perder efectividad. Es como esa alabanza
constante que hacemos hacia el hijo cuando realmente no se
la merece..., en realidad, no se consigue el efecto esperado
de aliviar y reforzar al niño. Con el enfado ocurre
algo parecido. El enfado habitual se convierte en rutinario
y deja de ser eficaz para conseguir propósitos.
Cuando los padres caen en el enfado
habitual y quieren cambiar deben empezar por preguntarse en
cada situación vivida si merece la pena que se enfaden.
Hubo una vez alguien que nos dijo que para controlar los comportamientos
irascibles de los padres es mejor contar hasta 10 antes de
responder ante una situación problemática generada
por un hijo. Así que ya saben, podría ser una
buena forma de comenzar.
El enfado consume una gran cantidad
de energía que es mejor utilizar para establecer comportamientos
aceptables y evitar los conflictos y así se evita la
situación de enfado.
Y es que el enfado se puede
predecir. Ocurre frecuentemente que los padres sometidos
a una situación en que tienen que estar largos ratos
con los hijos, satisfaciendo sus necesidades, cediendo ante
sus peticiones, aguantando (mirando hacia otro lado) sus discusiones...
llegan a acumular resentimiento en su interior hasta que por
algo trivial, sin importancia, que supone la gota que rebosa
el vaso y reaccionan de forma enérgica y por tanto
negativa. Y realmente lo que colma el vaso puede ser cualquier
respuesta, acto, actitud del niño que no requiere un
enfado tan contundente por parte de los padres. La reacción
resulta desproporcionada.
Para evitar situaciones como las descritas
en el párrafo anterior es necesario que los
padres se planteen desde el principio expresar sus sentimientos
en cuanto empiezan a observar que las cosas no salen como
ellos esperan. De esta forma están evitando
llenar innecesariamente el vaso de frustraciones y por tanto
previenen la explosión desproporcionada en la que,
por norma general, se pierden los papeles y no se sabe lo
que se dice. Ni que decir tiene que el malestar posterior
que se genera en el adulto le llena de congoja y remordimiento
que se transmite sin querer a todos los miembros de la familia.
Hay
que tener cuidado con los mensajes que transmitimos a los
niños en un estado de cólera y enfado
grave. Estos malos tratos verbales llegar a crear sentimientos
duraderos y profundamente enraizados de inseguridad y falta
de confianza en uno mismo, e incluso de odio contra uno mismo
y autodesprecio por pensar que son ellos mismos los culpables
de haber generado la situación que ha llevado al enfado
irascible del adulto.
Los padres deben plantear los límites a sus enfados.
Esto es posible. Ya hemos afirmado que es adecuado que un
padre muestre su enfado pero hay una serie de reglas que hay
que conocer y cumplir.
En primer
lugar hay que saber que atacar
al niño en lugar de al comportamiento es destructivo.
En casa se le ha repetido hasta la saciedad a Eva que coloque
su habitación. La niña, un día más
ha hecho caso omiso a la norma y la madre cansada de tanta
despreocupación y desobediencia se ensaña
con la niña: “eres insoportable, estoy cansada
de repetirte las cosas”, “te estás malcriando
porque eres una consentida”, “no vas a conseguir
nada con esta actitud de desprecio a los demás”...
La consecuencia es que la niña termina llorando,
dolida, la casa se llena de silencio tenso y Eva no comprende
esa reacción tan desproporcionada por parte de su
madre cuando encima otros días ha hecho lo mismo
y la madre no le ha hablado de esa manera para terminar
como en otras ocasiones que además la madre coloca
la habitación lo que le supone un gasto de energía
innecesario.
Realmente, la madre ha utilizado su enfado de una manera
inadecuada porque ha atacado a Eva en lugar de a su comportamiento.
Por eso una respuesta más eficaz y adecuada hubiera
sido centrarse en la conducta y actitud en lugar de atacar
a la niña: “hoy no quedas con tus amigas”,
“esta situación no debe repetirse”, “puede
que mañana consigas cumplir la norma”
Otra regla a tener en cuenta y que surte efecto es limitar
la cantidad de tiempo utilizado para tratar un comportamiento
específico.
Todas aquellas regañinas que duren más de
un minuto pierden efectividad y son contraproducentes, porque
los niños desconectan a partir de ese tiempo y empiezan
a acumular resentimiento. Para colmo los padres no terminan
con la regañina sino que siguen refunfuñando
en voz alta con lo que la transmisión de malestar
y enfado perdura en el tiempo casi de forma inmemorial.
En ocasiones, hemos podido escuchar a un niño comentar
que no le hacía caso, por ejemplo, a su madre porque
siempre estaba enfadada, y sin embargo su padre se enfada
muy pocas veces por lo que cuando lo hace hay que tener
mucho cuidado y además lo hace de una forma controlada,
sin alzar la voz.
Por otro lado ya sabemos que los niños aprenden fundamentalmente
por imitación de lo que ven en los que le rodean,
los adultos, sus padres. Quiero decir que debemos tener
en cuenta que el enfado de los padres genera enfado en los
niños. Y si conocemos el principio de que a un enfado
se reacciona con otro enfado, es preciso limitar el mismo
a las cuestiones que realmente lo merecen.
Muchas
investigaciones han llegado a la conclusión de que
el carácter agresivo y violento que aparece en los
niños y adolescentes se debe a diversas causas conocidas
-la mayoría de ellas relacionadas con la familia- como
son, entre otras:
Exposición
a la violencia en el hogar.
Factores
genéticos (hereditarios de la familia)
Exposición
a la violencia en los medios de comunicación (televisión,
internet, etc.)
Combinación
de factores de estrés socioeconómicos de la
familia (pobreza, carencia de medios, etc.)
Separación
matrimonial, divorcio, desempleo, falta de apoyo por parte
de la familia, etc.
De
entre las causas citadas encontramos una
que destaca y que tiene estrecha relación con lo que
venimos describiendo en este artículo y es la exposición
a la violencia en el hogar que se manifiesta a través
de esas inadecuadas maneras en la familia que denunciamos
desde aquí.
Por esta razón debemos defender
la siguiente conclusión:
no se debe reaccionar de forma enérgica ante
problemas de escasa importancia. Si esta máxima
no la cumplimos corremos el riesgo (según lo que venimos
comentando) de que los hijos terminen siendo agresivos habitualmente
en la familia y expresen esa actitud y manera de ser con sus
amigos y en definitiva fuera del hogar. Esta situación
evidentemente recaería sobre nuestra responsabilidad
y conciencia y nos pesaría si realmente somos padres
responsables.
Por
último hay que decir que en este tipo de familias el
enfado se convierte en la forma habitual de comunicarse. Cualquier
mensaje por trivial que sea se transmite con malas maneras
y no son conscientes de que existen otras formas alternativas
de comunicación que seguro potencian el bienestar y
las buenas relaciones. Y llama la atención en estas
familias que sean educados con personas fuera del núcleo
familiar y sin embargo no son capaces de comprender que también
tienen una obligación con los suyos. No olvidemos que
vivir en una situación constante de enfado genera mucho
desgaste emocional.
|