Estamos
en una sociedad consumista en la que continuamente se nos
está animando a tener más y más cosas.
Las personas ricas aparecen como el referente del triunfo,
del poder.
En
este contexto es en el que hay que educar a nuestros hijos
en el uso correcto del dinero, para que sean poseedores del
mismo y no al revés, ser dominados por el dinero.
Tener
mucho dinero no es ni bueno ni malo moralmente hablando; lo
malo no es el dinero, sino amarlo desordenadamente. Tener
dinero obliga a la responsabilidad de hacerlo fructificar,
sin limitarse a disfrutarlo egoístamente. El valor
de la riqueza y de quien la tiene depende del fin al que
se destina.
Criterios
de uso del dinero
Es
necesaria una educación en el uso del dinero, de forma
que los hijos aprendan a considerarlo como lo que es: un medio.
Es recomendable que los hijos no dispongan de demasiado
dinero y se acostumbren a no despilfarrarlo. Es más
educativo que estén cortos de dinero que largos. Cuando
se tiene más que las necesidades, fácilmente
se cae en el despilfarro, se crean necesidades innecesarias.
Interesa enseñarles a no gastar el dinero de inmediato,
a valorar distintas ofertas, a comparar precios. Con ello
se les está enseñando a comprar lo más
adecuado en la relación precio-calidad. Hay chavales
que no pueden tener de dinero porque lo gastan de inmediato,
casi de manera compulsiva. A estos hijos habrá que
entrenarlos a postergar las compras, a que busquen información
sobre las alternativas, que las sopesen y elijan.
Han de aprender a administrar las pequeñas cantidades
que reciben de sus padres o familiares. Surge la cuestión,
si el dine ro
que reciben ha de ser una asignación periódica:
semanal, quincenal, mensual, o se les ha de dar solamente
cuando tengan alguna necesidad de comprar algo. Parece más
formativo que tengan una asignación periódica,
porque se les brinda la posibilidad de entrenarse en el manejo
y administración del dinero.
Ordinariamente no se deben premiar o castigar con dinero
las conductas de los hijos porque se corre el peligro de que
el dinero se convierta en móvil de las actuaciones.
No cabe duda de que el dinero es un poderoso reforzador de
la conducta -los humanos somos capaces de hacer cualquier
cosa por dinero- y así lo vemos en la sociedad que
nos rodea, pero no podemos caer en el peligro de poner precio
a cada una de las conductas que esperamos de nuestros hijos,
nos meteríamos en una espiral peligrosa. No obstante,
no pasa nada que en algunas circunstancias lleguemos a acuerdos
con nuestros hijos para comprarles algo si hacen determinada
conducta o consiguen tal cosa, pero con la intención
de sustituir el refuerzo material del dinero, por la propia
satisfacción de lo bien hecho, del deber cumplido...
Pero no es conveniente remunerar los encargos ordinarios de
casa.
Conviene dar una autonomía progresiva, para que
aprendan a ajustar a un presupuesto sus aficiones. El
saber implica práctica. Si queremos que sepan administrarse
han de tener entrenamiento en cómo hacerlo. Tienen
que ajustar sus gastos a los ingresos que tienen.
Es interesante aprovechar ocasiones -compras, un día
de trabajo- para que conozcan el valor del dinero y lo que
cuesta ganarlo. El dinero no cae del cielo, su consecución
implica esfuerzo, trabajo, y ello lo tienen que saber y mejor
experimentar nuestros hijos para que lo valoren.
Enseñarles a ahorrar y a no gastar en caprichos.
Puede ser interesante que algunas cosas en las que están
empeñados -por ejemplo, una prenda de ropa de marca-
la paguen en parte con su dinero: les ayudará también
a que cuiden su ropa para que dure.
Pero no sólo deben de ahorrar
para ellos: también han de hacerlo para los demás,
hermanos, padres, amigos, ayudas sociales... Es una manera
de hacer a nuestros hijos más solidarios al hacerlos
compartir con los demás. Desde comprar un pequeño
regalo para un hermano o miembro de la familia, hasta prestar
de manera desprendida.
Hacerles reflexionar sobre el porqué de sus gastos,
y procurar que conozcan las necesidades de los demás.
Se trata que sean sobrios en sus gastos, no despilfarradores
del dinero que a otros les puede ser imprescindible porque
carecen de lo necesario.
Interesa que los padres informen a los familiares (especialmente
a los abuelos) de los criterios educativos de la familia en
este tema. Para educar es necesario que haya unidad de
criterios entre los que forman la familia, los padres en primer
lugar y de los abuelos con los padres. Los abuelos no pueden
dar los caprichos que les niegan los padres buscando con ello
el cariño de los nietos. Han de seguir los mismos criterios
que tienen los responsables principales: los padres.
No darles demasiadas cosas para suplir la escasez de tiempo
que dedican a sus hijos y que se acostumbren a agradecer las
que reciben. Un peligro que se da en nuestra sociedad
es que suplamos la falta de tiempo que dedicamos a nuestros
hijos comprándoles muchas cosas para ganarnos su afecto.
La necesaria dedicación de tiempo a los hijos no se
suple con cachivaches.
Cuidar lo que tienen, cuidarlo para que dure y esté
en condiciones correctas. Prestar atención a la
ropa: que conozcan el precio de la ropa que se les compra,
acostumbrándoles a elegir lo que conviene, no lo más
caro. Enseñarles a cuidarla, a doblarla, guardarla,
prepararla para el día siguiente
Ayudarles a vivir la autodisciplina diaria: orden en la
habitación, puntualidad... La capacidad de autocontrol
nos permite ser dueños de nosotros mismos y de las
cosas que tenemos, pero para conseguirlo nos hemos de entrenar
en las cosas más normales y corrientes que hacemos
a lo largo del día: ser puntual al levantarnos, al
empezar a estudiar, tener ordenada nuestra mesa de trabajo.....

No permitirles que entren en una constante comparación
con los demás: marcas de ropa, material deportivo
La sociedad de consumo nos vende no sólo lo último
del mercado sino la mejor marca. Es frecuente observar la
dependencia que tienen los adolescentes de las marcas, hay
que enseñarles que la persona no vale por la marca
de lo que lleva puesto, sino por lo que es y hace con los
demás.
Evitar los caprichos en las comidas y bebidas: comer
lo previsto para todos, no fuera de hora, en demasía,
que aprendan a servirse la comida, sin elegir lo mejor para
ellos; y a cuidar los modales en la mesa...
Acostumbrarles a llevar un ritmo ordenado de vida,
a aprovechar el tiempo, a levantarse y acostarse según
lo previsto, respetar el plan de estudio establecido sin interrupciones.
No ahorrarles sacrificios razonables: que aprendan
a colaborar en pequeños encargos: hacer la cama, limpiar
la ducha, ventilar el cuarto...
De vez en cuando, ayudarles a revisar sus pertenencias
para ver si hay juguetes u objetos que no necesita ni utiliza:
pueden servir para otros hermanos o personas necesitadas.
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