A
menudo surge en la familia situaciones en las que el comportamiento
de los más pequeños es de lo más irritable.
Por desgracia a menudo, los adultos reaccionan de una forma
irascible en los mismos términos que los hijos y claro
está, el terremoto está servido. Los adultos
estamos convencidos de que los niños son muy inteligentes
y saben cómo sacar de quicio a los demás. Los
niños manipulan con sus antojos y peticiones a los
mayores y de esa manera obtienen todo tipo de parabienes.
Y es que la intención inicial de los mayores es la
de controlar la situación porque se consideran maduros
y lo suficientemente preparados como para conseguir los propósitos
establecidos. Ya sabemos que el problema está en que
eso no es verdad. ¿O es que acaso no recordamos cómo
reaccionamos la vez que la niña no quería tragarse
la bola de comida cuando comía pescado?, o ¿cuando
pedimos que colocara la habitación y se nos fue dando
largas hasta que al final no se cumplió nuestra petición?,
y así una tras otra. En
todas estas situaciones y otras muchas similares, los padres
se han hecho los fuertes, se han propuesto controlar la situación
y conseguir sus objetivos por las buenas y dando sensación
de poder y control y al final, han conseguido frustrarse porque
han dado una pésima imagen ante el hijo e incluso ante
otros adultos que presenciaban la escena perdiendo el único
prestigio que uno puede tener.
En el día a día, en las relaciones que se mantienen
entre los miembros de la familia ES NORMAL QUE SURJAN
DESACUERDOS porque también sabemos que donde
hay amor también existe conflicto. Y es que donde hay
personas que piensan hay discrepancia de pareceres, de formas
de actuar..., eso es normal. Todos no podemos pensar igual.
El avance y el desarrollo nacen de la disparidad de criterios
e intereses y eso es lo que pasa en la familia. Ante esta
situación, es importante reconocer un problema y antes
de esto, saber que existe y atajarlo cuanto antes de la mejor
manera posible.
Sabemos que hay dos formas de afrontar e intentar
solucionar un problema: constructiva y destructiva.
Afrontar un problema de forma destructiva daña
la autoestima de los rivales y desgasta emocionalmente a los
enfrentados. Esta forma de solucionar un problema es ruidosa,
violenta,... sobre todo cuando se llevan a cabo en público,
ante una visita, en la calle, ante amigos, etc. Sin embargo,
afrontar un problema de forma positiva, constructiva,
supone desarrollo, alienta el diálogo y permite que
los contendientes lleguen a su máximo potencial. No
es difícil llegar a afrontar un problema de una forma
constructiva si nos lo proponemos y desde aquí nos
proponemos dar algunas ideas que con seguridad nos facilitarán
más la relación en familia.
Lo normal, por desgracia, es que los problemas se solucionan
con DISPUTAS que en la mayoría de
las veces son INNECESARIAS. Estas disputas
surgen, por parte de los mayores, cuando ven que la situación
se les va de las manos y observan que no controlan ni tienen
tanto poder como quisieran. Por otro lado, no siempre se puede
evitar pelear y si esto llega a producirse es conveniente
elegir bien las "batallas".
Hay que tener en cuenta aquellas situaciones que tienen verdadera
importancia: problemas relacionados con los valores, la comunicación,
etc. además hay que saber valorar la importancia real
de cada situación porque dos problemas relacionados
con un mismo tema (como puede ser la honestidad) no tienen
la misma importancia porque no afectan por igual a la persona
implicada o el posible daño que se ocasiona no es tan
grave. Por otro lado, es conveniente afrontar disputas que
creamos que vamos a salir victoriosos y con el objetivo cumplido.
También suelen surgir problemas cuando LOS
HIJOS RETAN A SUS PADRES Y ESTOS NO LO SOPORTAN.
La impotencia estaría detrás del hecho de que
un adulto afronte de forma airada una situación conflictiva.
Los adultos piensan que deben controlar en todo momento la
situación y en el momento que un hijo presenta un problema,
se cree que en parte es un fracaso del adulto que se violenta
y cree que es un fracaso suyo. La respuesta del adulto es
la de afrontar el problema de forma destructiva y lo que hay
que pensar es que un hijo puede desafiar a sus padres y eso
no significa que éstos sean unos fracasados.
Por otro lado conviene recordar una máxima que no por
básica debemos dejar de lado: PARA PELEAR HACEN
FALTA DOS. Si uno de los contendientes no recibe
respuesta del otro pese a que le ha provocado, dejará
de ofrecer una actitud de ataque. En ocasiones debemos aplicar
aquella técnica de extinción tratada
en el artículo de esta sección de Escuela
de Padres titulado "Cómo mejorar la conducta
de los hijos".
Toda persona que provoca a otra espera de esta última
una respuesta. Nosotros los adultos no debemos caer en la
dinámica de responder de forma negativa ante una ofensa.
Se supone que debemos controlar la situación. Tenemos
más formación que los hijos y por tanto más
recursos para poder afrontar correctamente un problema. Recordemos
que la técnica de la extinción se produce cuando
se ignora la conducta indeseable. La conducta debe desaparecer
con el tiempo al no recibir refuerzo que la mantenga. La extinción
debe ser aplicada siempre que se produzca la conducta. No
se debe aplicar de forma intermitente ya que de lo contrario,
se refuerza la conducta y es contraproducente para el objetivo
deseado.
En definitiva se trata de encontrar formas adecuadas de responder
ante situaciones problemáticas. No siempre se consigue
ser tan niño como su hijo de cinco años o ver
las cosas con esa óptica de los adolescentes pero seguro
que con una dosis de paciencia, un poco de conciencia y las
técnicas que se intentan describir a continuación,
seguro que el éxito está garantizado y las peleas
familiares serán un motivo de conflicto del pasado.
CAROLYN MEEKS en su libro "Recetas para educar"
(Ediciones Médici, Barcelona 2002) nos plantea CINCO
MANERAS DE SALIR AIROSO DE UNA PELEA FAMILIAR si
esta llega a producirse y con el fin de plantearla de forma
constructiva. A continuación se exponen una serie de
puntos básicos que nos ayudarán a controlar
en todo momento la situación para no empeorar más
(si cabe) la situación originada:
1. Trate de contemplar la situación desde la perspectiva
de su hijo.
Sería molesto para cualquier adulto el hecho de estar
sometido de repente, a las órdenes y quizá caprichos
de otras personas que tuvieran más poder y que en todo
momento impusieran lo que hay o no que hacer. Está
claro que en muchas ocasiones los hijos viven situaciones
de este estilo. Por eso, ante cualquier conflicto, hay que
ponerse en el lugar del hijo, identificarse con él
porque de esta manera veremos el problema desde otra perspectiva,
a ser más comprensivos y a resolverlo de una forma
más justa.
2. Utilice la técnica de hablar
de su propia experiencia.
Esta técnica consta de tres pasos siendo el primero
el de identificar los sentimientos de su hijo (¿disgustado?,
¿frustrado?, ¿triste?,...) al tiempo que le
enviamos un mensaje abierto como "me parece que estas
disgustado" para dar rienda suelta a sus sentimientos
y que nos pueda comunicar con más libertad lo que piensa.
El segundo paso sería hablar de sus propias experiencias
cuando tenía la edad de su hijo. Este paso viene
a decirle a su hijo que usted también se ha sentido
alguna vez así y que ha compartido ese sentimiento.
Por último quedaría apuntar la solución.
Se trata de compartir con el hijo una solución o consejo
que usted considere que le ha ayudado en la vida. El resultado
final de esta técnica es positivo y en definitiva lo
que hacemos con ella es empatizar con el hijo, es decir, ponerse
en su lugar. Hacer una escucha activa para así ayudar
mejor, ser más efectivos.
3. Imponga un tiempo de reflexión
a su hijo.
Cuando la aplicación de todas las técnicas existentes
y pasos anteriores fallan quiere decir que se entra en una
situación de bloqueo en la que las partes enfrentadas
no consiguen una fluida comunicación. Es el momento
de la reflexión que consigue enfriar los ánimos
y sentimientos y permite pensar de una forma más justa,
equitativa y objetiva. Además, si el hijo es lo suficientemente
mayor, le podemos pedir que durante el periodo de reflexión,
intente pensar en una posible solución al problema.
4. En caso de perder los estribos, tómese
usted un tiempo de reflexión.
También es necesario tomarse un tiempo para analizar
la situación antes de cometer algún error del
que más tarde nos arrepentiremos. En ese tiempo de
reflexión es conveniente también formular un
plan para intentar solucionar el problema. No es necesario
intervenir para solucionar el problema en el mismo instante
que surge, es conveniente siempre tomarse un tiempo.
5. Pregúntese qué es más importante para
usted, el amor al poder o el poder del amor.
Muchas discusiones surgen en el seno de la familia cuando
los adultos quieren controlar al niño y su
comportamiento, más que ayudarle a desarrollar su propia
escala de valores y su sentido de la responsabilidad. No es
conveniente enfadarse cada vez que su hijo le comunique algún
sentimiento porque de lo contrario terminará por no
comunicar con usted.
Todo lo que hasta el momento hemos comentado es con el fin
de salir victoriosos en una pelea si es que ésta no
la hemos podido evitar. Pero si no le gusta llegar a una situación
de esta naturaleza, de pelea y enfrentamiento, es mejor prevenirla
y para ello le remitimos a PODEMOS EVITAR UNA PELEA
FAMILIAR que será el título y el tema
de análisis en otro artículo de esta misma sección
(basándonos en el libro de CAROLYN MEEKS antes citado)
y al cual remitimos al adulto interesado en este aspecto de
la educación familiar.
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