¿Tiene
usted un adolescente en casa que empieza a salir por la noche?,
¿le resulta difícil controlar las salidas de
su hijo/a?, ¿suele llegar a conflictos con su hijo/a
para acordar la hora de vuelta a casa después de una
salida nocturna?, ¿le preocupan las amistades con las
que su hijo/a frecuenta la noche? Son interrogantes que en
el seno de muchas familias suceden a diario y a lo largo de
la historia. Este artículo pretende reflexionar sobre
este tema que puede ser más o menos escabroso dependiendo
(como en otros tantos temas) de la actitud de mayor o menor
comprensión de los padres ante la situación
y del entendimiento que exista entre las partes implicadas.
También nos planteamos en este artículo las
situaciones en las que los hijos piden dormir por primera
vez fuera de casa, con su mejor amigo, con un primo... Los
padres deben saber estar a la altura de las circunstancias,
saber reaccionar y comprender que es un buen momento para
otorgar ciertas responsabilidades a los hijos y fomentar su
autonomía social. A continuación se plantean
algunas pistas muy enriquecedoras.
Los jóvenes albergan la ilusión de que la noche
es suya, de que en el mundo nocturno sólo están
ellos sin el control de los adultos. Cuando es niño,
es obligado “irse pronto a la cama”, en consecuencia
un rito de “paso” a la adolescencia significa
conquistar el derecho a dominar la hora de recogerse por la
noche. Y por último, la posesión total de ese
atributo adolescente: pasar la noche fuera de casa; este es
el privilegio máximo de los jóvenes.
En las edades más tempranas de la adolescencia de los
hijos, es decir, la preadolescencia, los padres deben reconocer
el atractivo que tiene dormir en casa de un amigo. Se sienten
tan amigos que no les basta pasar el día juntos. Es
muy gratificante contarse experiencias y dormirse con estas
historias y aventuras. Muchas veces los recuerdos más
agradables de la infancia tienen que ver con estas vivencias.
Es conveniente que los padres aprovechen educativamente esta
situación cumpliendo algunos requisitos:
1. Conocer la familia del amigo y que el ambiente sea saludable
y acorde a nuestras ideas.
2. Que el joven esté preparado para convivir con personas
distintas de su familia.
En ocasiones los chicos se pueden mostrar obedientes y dóciles
con nosotros y cuando no se sienten vigilados son muy distintos.
Debemos enseñarle que no se puede comportar con la
misma familiaridad que en su casa. Desde que son pequeños
debemos habituarles a relacionarse con los demás, es
cuando comienzan a ampliar su círculo y a darse cuenta
que los demás pueden ser amigos suyos.
Puede que sean tímidos por lo que convivir con otros
chicos/as de su edad fuera de casa les obligará a poner
en práctica habilidades sociales, saludar, mostrarse
amable, responder a las preguntas, etc. Esto es todo un entrenamiento
para el futuro.
Un error de algunos padres consiste en pretender prolongar
la infancia impidiendo a sus hijos asumir responsabilidades.
Es una regla de oro en educación que los padres acostumbren
a sus hijos a hacer por sí mismos lo que son capaces
de hacer de acuerdo con su edad. Así cuando se planteen
nuevas situaciones estarán preparados para hacerles
frente.
Aquellas actividades que impliquen un cierto alejamiento de
la “presencia y protección” de los padres
son maneras adecuadas de conseguir “autonomía”.
Existen casos de padres que quieren ser tan amigos de sus
hijos que no les dan la suficiente autonomía para dejar
que se relacionen con sus iguales.
La amistad es hermosa pero los verdaderos amigos no deben
ser los padres sino personas de su edad con sus mismos problemas,
inquietudes e ilusiones.
El adolescente necesita la autoridad paterna y se puede armonizar
con compartir con ellos valores propios de la amistad, confianza,
generosidad, lealtad, etc.
En etapas anteriores a la adolescencia, los padres pueden
sustituir de alguna manera a los amigos de los hijos y ocupar
su tiempo libre. Sin embargo en la adolescencia esto resulta
implanteable. Los puntos de contacto que quedan con los hijos
serán afinidades, gustos o aficiones que hayamos sembrado
de pequeños. Por ejemplo, acompañarles a algún
partido que practica, salir juntos a andar o montar en bici,
coleccionar cromos y colocarlos juntos en el álbum...
Estas situaciones siempre se harán con “afecto
desinteresado”; si le acompañamos al partido
ha de ser para servirle de apoyo no para “proyectarnos”
en sus jugadas. Compartir tiempo con los hijos no debe pretender
entrar en su mundo de intereses propiamente adolescentes para
llegar a su intimidad. A veces es más conveniente invitar
al adolescente a nuestro mundo y conseguiremos además
un cultivo inmejorable para llegar a su intimidad: en una
mañana de natación bien aprovechada se puede
conocer más al hijo que en un año de “compartir”
casa.
A los 15 años las actividades deportivas tienen mucho
interés para los chicos/as; plantear un partido de
tenis puede tener gran éxito, pero después hay
que mantener una periodicidad más o menos concreta
para alcanzar esa costumbre.
Los hijos además de todo lo anterior, necesitan algo
muy importante para alcanzar su autonomía e independencia:
LA AUTORIDAD DE LOS PADRES. ¿Cómo
conseguir que los hijos hagan caso a los padres?:
1. Con unas pocas normas muy claras.
2. Favoreciendo su participación a la hora de tomar
decisiones.
En los últimos años la autoridad de los padres
se ha debilitado, se encuentra en entredicho, pero buscar
soluciones fuera de la familia no sirve de nada. Son los padres
los que deben educar a los hijos. Cuando existe crisis de
autoridad puede que falte alguna de estas condiciones:
Que exista consenso entre padre y madre.
Autoridad participativa llegando a acuerdos.
El fin a perseguir es la educación y autonomía
de los hijos.
Coherencia con la conducta de los padres.
Que se apoye en valores y normas estables.
Que se traduzca en hechos.
Los padres que quieran aumentar o mantener su autoridad no
deben discutir delante de los hijos con relación a
temas que les atañen a ellos. Nunca desautorizar a
la pareja.
Deben tenerse en cuenta las opiniones de los hijos y no tratar
de imponer de manera despótica la opinión o
punto de vista, comportándose de forma demasiado exigente
mandando y obligando puesto que así conseguirán
indisciplina y rebeldía. Es conveniente proponer y
sugerir.
Utilizando
el “no” sin complejos llegaremos a obtener
el control de los hijos. Deben entender que a veces es
bueno renunciar a algo. Entre mantener una actitud autoritaria
o dar |
libertad
absoluta a los adolescentes, hay un término medio.
Lo realmente eficaz es actuar de manera progresiva.
Dar dosis de libertad basadas en el dialogo. |
|
|
Conforme
se demuestre su coherencia y responsabilidad, se debe
ir ampliando este margen. |
En
la etapa adolescente el joven debe aprender a convertirse
en su propio guía. No conviene que los padres mantengan
sistemas autoritarios ni tampoco excesivamente permisivos.
Entonces, ¿DEBEMOS EXIGIR O NO A LOS JÓVENES?
A partir de ahora depende de ellos. En la medida en que consigan
autoexigirse, los padres soltarán amarras. Siguiendo
a JOSÉ MARÍA LAHOZ GARCÍA en su artículo
“¿Exigir a un adolescente?” podemos apuntar
algunos aspectos en los que el individuo puede llegar a la
autoexigencia:
1. Dominio de impulsos y manifestaciones agudas en su carácter.
2. Respeto de los derechos de los demás como límite
a su propia libertad.
3. Subordinar el placer y la libertad a la realidad y previsión
del futuro.
4. Liberarse de lo que impida apreciar lo que tiene realmente
valor.
Comunicar los anteriores objetivos a los chicos sólo
será posible si los padres son capaces de vivir la
propia autoexigencia. En el momento en que no se es coherente
ni hay esfuerzo por parte de los padres la autoridad ante
los hijos queda anulada.
La libertad y la autonomía respecto al uso del tiempo
libre, el uso del dinero, el horario de llegada o la petición
de pasar la noche fuera de casa hay que otorgarla en función
de la responsabilidad demostrada. Esta será la clave:
A
mayor responsabilidad |
|
mayor
autonomía. |
Falta
de responsabilidad |
|
restricción
de autonomía. |
En cualquier caso, los padres deben asegurarse de conocer
dónde y en qué condiciones
estarán los hijos. Lo pueden hacer aplicando pautas
como las siguientes: hablar con los padres de los amigos,
cuidar que no haya hermanos mayores con ambientes desacostumbrados
para ellos y dejar claro que pasará cierto tiempo hasta
que puedan volver a dormir fuera si este fuera el caso. Esto
no debe convertirse nunca en una costumbre ni en un capricho.
BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA:
PAULINO CASTELLS y TOMÁS J. SILBER: “Guía
práctica de la salud y psicología del adolescente”
Editorial Planeta S.A., Barcelona, 1998
J. URRA: “Adolescentes en conflicto”
29 casos reales
Ediciones Pirámide.
BERNABÉ TIERNO: “Educar a un adolescente:
la guía con todas las respuestas”
Editorial Temas de Hoy.
JOAQUÍN CALLABED: “Conocer y ayudar al adolescente”
Editorial Tempore.
SAL SEVERE: “Cómo educar a sus hijos con
el ejemplo”
Editorial Gestión 2000
OLIVEROS FERNÁNDEZ: “Autonomía y autoridad
en la familia”
Editorial Ediciones Universidad de Navarra S.A.
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