En la tienda "emocionarte" se venden al peso alegría y felicidad.
Una mañana, llegó a la tienda una mujer muy triste. Esta mujer nunca sonreía ni se le veían los dientes. Siempre estaba muy callada, andaba arrastrando los pies e iba caminando mirando hacia el suelo. Entró a la tienda y le dijo al dependiente:
- ¿Venden aquí alegría?
- ¡Claro que sí!-, le dijo el dependiente, y fue rápidamente a por ella.
El dependiente volvió rápidamente y dejó encima del mostrador una pequeña bolsa cerrada que no pesaba nada. Parecía que la bolsa estaba vacía. La cogió cuidadosamente y la metió dentro de una bolsa de papel.
- Aquí tiene usted-, le dijo el dependiente dándole la compra con una gran sonrisa.
La mujer miró al dependiente de la tienda extrañada, pero viendo que el hombre estaba tan seguro, le pagó y salió de la tienda pensando que el hombre le había engañado y no había nada dentro de la bolsa.
Cuando la mujer llegó a su casa, abrió la bolsa de papel y encontró una tarjeta que ponía: cuando usted se sienta triste, siga las instrucciones;
1. Abra la bolsa de las galletas y aspira el olor que sale de dentro.
2. Cerrar la bolsa inmediatamente.
"Se recomienda no hacer más de una aspiración al día, ya que este aire puede ocasionarle empacho de felicidad".
La mujer con mucho miedo, siguió las instrucciones que estaban escritas en la tarjeta, y decidió en ese momento probar los efectos que tenía. Realizó los pasos.
- Fuuuuuuuuu.
Cerró la bolsa.
Pasaron unos minutos y la mujer comenzó a sentirse muy contenta. Le salían muchas sonrisas, sus ojos brillaban, cantaba y bailaba por toda la casa. Salió a la calle y le sonreía a cada persona con la que se cruzaba. A la vuelta a casa el efecto del aire se le iba pasando y, poco a poco, se volvió a poner triste. Se acostó pensando que hacía muchos años que no se había sentido tan feliz.
Al día siguiente, nada más despertar, volvió a abrir la bolsa y aspiró el aire con mucha fuerza.
Al momento, le entró ganas de comer y se preparó un vaso de leche, pan con aceite y jamón, y sandía, que le supieron a gloria. Se puso muy contenta y tenía muy buen humor.
Salió a la calle, y lo mismo que el día anterior, le sonreía a todo el mundo. no fue hasta la noche cuando volvió a sentir de nuevo la tristeza. A pesar de saber que no debía hacerlo, fue a buscar la bolsa de aire, la abrió, y aspiró con todas sus fuerzas tres veces seguidas.
- Fuuuuu, fuuuuu, fuuuuu.
Al momento, la mujer comenzó a reírse sin parar. No paró de cantar, bailar y reír en toda la noche, hasta que estuvo tan cansada que cayó rendida.
No despertó hasta la tarde del día siguiente. Había tenido un empacho de felicidad, como le indicaron las instrucciones. Esa tarde no aspiró el aire milagroso.
A la mañana siguiente, no se despertó tan triste como otros días, ya que el efecto del aire se había mantenido. Así que no aspiró aire hasta el mediodía.
- Fuuuuuuuu.
Ahora solo lo hizo una vez. Y de nuevo, se puso muy alegre contagiando a todo el que veía.
Así estuvo un tiempo, hasta que se dio cuenta que cada día que pasaba necesitaba menos el aire de la bolsa, porque sin apenas darse cuenta fue olvidando su tristeza. Tanto, que un día se olvidó de ella por completo.
Marta Heredia