¿Murió de éxito?
Próximas paradas: el siglo XVIII y el siglo XIX. El tipo de teatro que había tenido tanto éxito en los Siglos de Oro se sigue cultivando, pero esas comedias no tienen el gusto por los intereses de esta época. En el teatro renovarse o morir es fundamental por lo que veremos cómo se va adaptando a los nuevos tiempos. ¡Pasen y vean! Contemplen el espectáculo que enseña, el que emociona y el que muestra la vida tal como era.
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Neoclasicismo
A la gente le gustaba el teatro y seguía asistiendo de forma asidua, pero en escena no se representaban los valores de la Ilustración, por lo que el teatro también tuvo que evolucionar. Este período se denomina Neoclasicismo porque supone una vuelta a los clásicos griegos y latinos. La exageración del teatro barroco se sustituyó por el respeto de las tres unidades: tiempo, espacio y acción tenían que ser coherentes, equilibrados y razonables. En esta época concebían el arte como un medio para enseñar y usaron el espectáculo teatral para ello. De hecho, autores como Leandro Fernández de Moratín, con su obra El sí de las niñas, puso el foco en el error que suponían los matrimonios concertados y la importancia de la educación de los menores.
Romanticismo
Ya en el siglo XIX, el teatro romántico no quería enseñar sino conmover y divertir. Los autores románticos vuelven a mezclar la prosa y el verso, la tragedia y la comedia y rompen con las tres unidades neoclásicas. Es un teatro que recrea ambientes nocturnos o sepulcrales. La trama tiene que ver con un héroe que tiene una pasión desmedida que lo lleva a la muerte o un destino fatal y la heroína suele ser un personaje inocente. El público destinatario era la burguesía, por lo que este teatro también se conoce como teatro burgués. El máximo representante del teatro romántico español es José Zorrilla, con su Don Juan Tenorio.
Las características del drama romántico fueron exagerándose hasta llegar al melodrama: personajes buenos y malos que exageran su manera de hablar y lo que representan. Para hacernos una idea clara de lo que es el melodrama, bastará que pensemos en cualquier telenovela en la que es evidente quién es el malo por cómo habla y por lo que hace para conseguir sus objetivos.
Cabe señalar que, en el siglo XIX, triunfó la ópera que, como sabemos, es un género escénico en el que los actores sustituyen el diálogo hablado por el canto.
Realismo
Como reacción a la intensidad subjetiva del Romanticismo, el Realismo consiste en reflejar la realidad tal como es. Las obras de teatro imitan la realidad porque quieren contar la verdad de la manera más objetiva posible. Las historias son lineales y hablan de personajes cotidianos con problemas verosímiles de la sociedad de finales del siglo XIX. Como querían representar la realidad de la manera más exhaustiva posible, la escenografía contempla hasta el último detalle para que el espacio que se recrea en el escenario sea lo más fiel a la cotidianidad. Cuando vemos un teatro realista, parece que estamos viendo la vida real de esos personajes. De hecho, en esta época la cuarta pared teatral no suele romperse. Autores como Ibsen o Chéjov le dieron importancia a los personajes femeninos y fueron un poco más allá del realismo para abordar problemáticas sociales.
El género que triunfaba en esta época en España fue indudablemente el sainete, porque su costumbrismo y el reflejo de la vida y el habla cotidiana son aspectos típicos del realismo. Además, es importante el papel que tiene la zarzuela. El género lírico español tuvo su auge a finales del siglo XIX porque, además de representar las costumbres de la sociedad, tenía partes cantadas que el público memorizaba. Además, eran obras más breves y más económicas que las óperas, por lo que la gente podía asistir por horas a ver una zarzuela. El nombre de este género menor se debe al lugar donde se hacía: el Palacio de la Zarzuela se levantó en un lugar que estaba lleno de zarzas y, de ahí, le viene el nombre tanto del palacio como del género teatral.
En esta época hay que destacar el método Stanislavski, que es una forma de trabajo para el actor que consiste en darle realismo psicológico al personaje. Para ello, las premisas fundamentales son las siguientes:

- El cuerpo: los actores deben ser conscientes de que el cuerpo es una de las piezas fundamentales de comunicación en el teatro. Sin necesidad de hacer gestos exagerados, los actores tienen que trabajar lo que comunican con el cuerpo. Por ejemplo, ante una situación en la que uno pregunta a otro «¿qué te pasa?», la respuesta puede ser «nada» pero, dependiendo de lo que hagamos con nuestro cuerpo, estaremos comunicando que efectivamente no nos pasa nada o tal vez nos pasen muchas cosas pero no queremos decirlo.
- La memoria afectiva: consiste en bucear en los sentimientos reales del propio actor para dotar de credibilidad el sentimiento del personaje.
- El subtexto: las palabras elegidas por el dramaturgo no son casuales. El actor tendrá que identificar el porqué y el para qué dice esas palabras y no otras. Esto en la vida real lo hacemos de forma espontánea, pero el trabajo del actor es inverso: tiene que saber cuál es el objetivo del personaje y cómo se relaciona con el resto de personajes para poder entender qué dicen las palabras que usa.
La cuarta pared se refiere a la pared imaginaria que separa lo que pasa en el escenario y el público.