Este tipo de paisaje es el típico de las Islas Canarias y está marcado por la latitud próxima al Trópico de Cáncer, la influencia marítima que le da gran estabilidad y por las importantes modificaciones que introduce de relieve. De hecho, debemos recordar que la temperatura disminuye un grado cada 125 metros de altura y que el relieve montañoso hace que las zonas expuestas a los vientos dominantes sean más húmedas.
Dentro de España, este paisaje se sitúa únicamente en el archipiélago canario, situado en el Atlántico a pocos kilómetros de la costa africana.
Este clima se caracteriza por temperaturas estables y suaves todo el año al nivel del mar. En cuanto a las precipitaciones son escasas e irregulares en las zonas bajas, pero aumentan en las zonas altas, siendo también más abundantes en las islas más occidentales que en las orientales. Como vemos, la altura y la situación modifican el clima.

La vegetación de esta zona es muy característica y especial, no pudiéndose encontrar fuera de las islas. Hay una gran cantidad de endemismos o plantas que sólo crecen en el archipiélago y, además, se escalona para adaptarse a las cambiantes condiciones de humedad y temperatura según la altitud. Así, en las zonas bajas crecen cardonas y tabaibas que se adaptan a la aridez; poco a poco se enriquece la vegetación con la presencia de dragos, sabinas y palmeras para aparecer la laurisilva a partir de los 700/800 metros. La laurisilva es un bosque siempre verde y húmedo regado por las constantes nieblas, que, a partir de los 1.300 metros, es sustituido por el pino canario y el matorral de altura.
En este paisaje, no podemos hablar de ríos, si bien las fuentes y las aguas subterráneas son imprescindibles para la agricultura y el poblamiento humano.
Por último el relieve tiene las formas características del volcanismo, con cráteres y coladas. Este es es más abrupto y elevado en las islas occidentales que en Fuerteventura y Lanzarote, donde es más suave y erosionado.