Una guerra de aniquilamiento
Tanto los alemanes como los japoneses consideraron que sus triunfos en la primera parte de la guerra constituían el inicio de una nueva era. En este nuevo orden, donde las potencias democráticas y sus imperios debían dar paso a la hegemonía mundial alemana y japonesa se impuso y acompañó el empleo de métodos crueles e inhumanos para someter a la población a los designios del Eje.
De entrada, debemos reseñar la persecución étnica puesta en marcha por los nazis. Por un lado, el racismo fue uno de sus principios ideológicos más importantes visto que pretendían reservar la pureza de la raza aria; y, por otro lado, el exterminio de la etnia judía, que a ojos de los nazis era la causante de todos los males de la nación, se convirtió en el leitmotiv de la acción persecutoria de estos.
En la llamada solución final, Hitler dispuso que la población judía que, a su entender, ocupaba y dominaba Europa, debía ser aniquilada en un genocidio sin precedentes. Así pues, la liquidación de seis millones de semitas fue acompañada de unos dos millones de prisioneros soviéticos y centenares de miles de otras etnias y colectivos, tales como gitanos, homosexuales, presos políticos y cualquier otro tipo de colectivo señalado como disidente del régimen.
Las brutales represalias se vieron representadas en los funestos campos de exterminio, pieza fundamental de esta maquiavélica y macabra empresa, junto a otras tácticas que desmoralizaban y minaban la moral de la población civil, como por ejemplo el bombardeo masivo de ciudades que conllevó la muerte de miles de civiles y la creación de un paisaje desolador de destrucción de norte a sur y de este a oeste del continente europeo, sobre todo.
Los éxitos alemanes durante la primera parte de la guerra propiciaron la aparición, en los países ocupados, de grupos de personas que apoyaron al invasor y prestaron su ayuda a la administración nazi a pesar de que esta buscaba perseguir y aniquilar a sus compatriotas. Estos fueron denominados colaboracionistas, mientras que los que combatieron y se opusieron a los alemanes tomaron el nombre de “resistencia”. Sus miembros defendían la liberación de Europa de las garras del fascismo y la militarización de la sociedad civil.
Ese objetivo común llevó a la existencia de organizaciones de este tipo en Europa oriental, Francia, Yugoslavia e, incluso, dentro de la propia Alemania para liberar el mundo de la más profunda deshumanización.