
La fantasía, por los elementos extraños y sorprendentes que contiene, conduce a veces al miedo; por eso, decíamos que las fronteras entre los subgéneros que nos ocupan son tan difusas. La literatura de terror es aquella que tiene por objetivo producir miedo en el lector, ya sea a través de personajes monstruosos arquetípicos, como las brujas y los vampiros, o mediante el juego psicológico.
No solamente son los personajes los que tienen la capacidad de atemorizar al lector, también lo hacen la atmósfera y el espacio en el que suceden los hechos, incluso aquello que no se ve, pero que sí se oye. Es precisamente el miedo a lo que no vemos y a lo que no entendemos el germen de este género, cuyo origen se remonta a las narraciones orales de la literatura popular, porque el miedo es tan antiguo como el ser humano. Así, nuestro folclore está repleto de historias de miedo a la muerte, al futuro, al demonio, al mal y a la incertidumbre de lo que habrá después de la vida.
Características
Estos son algunos de los ingredientes que hacen que nos escondamos debajo de la manta cuando leemos historias de terror:
- Ambientes o espacios oscuros, misteriosos, desoladores o siniestros.
- Personajes arquetípicos monstruosos como vampiros, fantasmas, zombis o asesinos.
- El autor o autora puede jugar con las creencias, las supersticiones o los miedos más arraigados en el ser humano, más universales, para causar terror psicológico, sin necesidad de recurrir a fenómenos sobrenaturales o seres terroríficos.
- La acción cotidiana o rutinaria se suele romper con un acontecimiento extraño o sobrenatural.
Ejemplos
A continuación, este fragmento de uno de los relatos que encontramos dentro de la obra Los peligros de fumar en la cama nos muestra algunas de las características de la literatura de terror:
“Después la abuela se murió, la casa se vendió, yo me fui a vivir sola sin marido ni hijos, mi papá se quedó con el departamento de Balvanera, y me olvidé de Angelita.
Hasta que apareció al lado de mi cama, en mi departamento, diez años después, llorando, una noche de tormenta.
La Angelita no parece un fantasma. Ni flota ni está pálida ni lleva vestido blanco. Está a medio pudrir y no habla. La primera vez que apareció creí que soñaba y traté de despertarme de la pesadilla; cuando no pude y empecé a entender que era real grité y lloré y me tapé con las sábanas, los ojos cerrados fuerte y las manos tapando los oídos para no escucharla, porque en ese momento no sabía que era muda. Pero cuando salí de ahí abajo, unas cuantas horas después, la Angelita seguía ahí con los restos de una manta vieja puesta sobre los hombros como un poncho. [...] Es muy raro ver a un muerto de día. Le pregunté qué quería pero como respuesta siguió señalando como en una película de terror”.
Mariana Enríquez. "El desentierro de la angelita". Los peligros de fumar en la cama. Anagrama.
Otro de los grandes referentes de la literatura de terror es Stephen King:
“—¿Hay alguien ahí? —Se cambió el teléfono móvil de mano y sujetó la puerta del conductor con la izquierda para abrirla del todo y mirar en el asiento de atrás—. ¿Hay alguien heri…?
Tardó un momento en registrar un hedor insoportable, y de pronto estalló en su mano izquierda un dolor tan intenso que pareció recorrer todo su cuerpo, dejando un rastro de fuego e inundando de sufrimiento todos los espacios huecos. Doug no gritó, no pudo. Se le cerró la garganta a causa de la repentina conmoción. Bajó la vista y vio que el tirador de la puerta parecía haberle atravesado la palma de la mano.
Apenas le quedaban dedos. Solo veía los muñones, justo por debajo del primer nudillo, allí donde nacía el dorso de la mano. El resto lo había engullido de algún modo la puerta. Ante la mirada de Doug, el dedo medio se partió. La alianza nupcial se desprendió y cayó al asfalto con un tintineo.
Notaba algo. Dios santo, Jesús bendito, era algo semejante a unos dientes. Masticaban. El coche estaba comiéndosele la mano”.
Stephen king. "Área 81". El bazar de los malos sueños. El comercio.
Aunque si queremos monstruos de los de siempre, el Romanticismo nos regala dos grandes obras, Frankenstein, de Mery Shelley, y Drácula, de Bram Stoker. Esta última ha sido hasta llevada a la pequeña pantalla en forma de serie: