La destrucción del mundo
A grandes rasgos, y demográficamente hablando, la Segunda Guerra Mundial fue mucho más mortífera que la Primera y se calcula que alrededor de 50 millones de personas murieron durante la misma. La capacidad destructiva de los armamentos contribuyó a ellos, a pesar de que un alto porcentaje de civiles fallecieron a causa del hambre o la violencia de los ocupantes. Además, se cifra en 20 millones de personas las que fueron desplazadas forzosamente como prisioneros, trabajadores deportados o fugitivos y expulsados de sus países como consecuencia del cambio de fronteras.
A propósito de los efectos territoriales, los más destacados acaecieron en el este de Europa. Por un lado, la URSS recuperó prácticamente todas sus fronteras ya establecidos desde la I Guerra Mundial, incorporando los países bálticos y todas las tierras de frontera con Finlandia y Rumanía, sobre todo a costa de Polonia. Por otro lado, Japón volvió a los límites anteriores a su expansión, mientras que Austria, ocupada hasta 1955, recuperó su independencia ese mismo año. Alemania, por su parte, quedó dividida en cuatro zonas bajo el control de las potencias aliadas, inaugurando así la división de Europa en el sector occidental, pro Estados Unidos y bajo el modelo capitalista; y el sector oriental, auspiciado por la Unión Soviética y con un modelo socialista a nivel político y económico.