1. La economía europea
La economía europea se había caracterizado durante el siglo XIX por un desarrollo desigual, liderado por los estados industriales de Europa occidental (Francia, Alemania, Gran Bretaña). El nivel de rentas y de productividad en países de Europa oriental y meridional como España, Grecia, Bulgaria o Rumania, era sensiblemente más bajo, pues sus economías se basaban principalmente en la explotación de recursos primarios (alimentos y materias primas).
Las Guerras Mundiales y el crack de 1929 dejaron una profunda huella en Europa marcada por la crisis y la inestabilidad. Sin embargo, entre los años 1950 y 1970, el continente experimentó una expansión económica sin precedentes en la historia. Este crecimiento constante permitió un aumento medio del PIB de un 5,5% anual. Por regiones, Europa oriental creció un 7%, la zona meridional entre un 5% y un 6%, y la parte occidental un 4,5%.
La crisis del petróleo que arrancó en 1973 afectó seriamente a las industria europeas. Además, en estos años comienzó la integración de los países del Mediterráneo en la futura Unión Europea para buscar mejoras comerciales que pudieran ayudar a la industria.
No podemos olvidar que la creación de la Comunidad Económica Europea por el Tratado de Roma en 1957 (desde 1993 se denominaría la Unión Europea según el Tratado de Maastritcht) permitió competir en los mercados globales del mundo, animando las economías de los países europeos miembros.
. Gráfico sobre el peso económico de cada sector en Europa (CC BY-SA)
2. Los sectores económicos en Europa
El sector terciario es el que más peso tiene en Europa, donde el comercio y el turismo son las actividades que más aportan a la economía del continente.
El sector primario es el que menor peso tiene, pero su principal característica es la alta tecnificación con avances continuos en áreas como la agricultura, la ganadería o la pesca.
Por lo demás, Europa se caracteriza por una potente industria; no en vano, la industrialización surgió y se desarrollo en los países europeos para, desde allí, exportarla al resto del mundo.
La utilización de las fuentes energéticas de forma tecnificada y los grandes yacimientos mineros del continente, cruciales en los primeros momentos de la Revolución Industrial, son también características del sector secundario en Europa. Es preciso, así, tener en cuenta que, en este continente, hay gran cantidad de materias primas, aunque no las suficientes para alimentar todo el entramado industrial. Además, existe gran dependencia del petróleo para estos sectores, que deben importarlo y dependen, por tanto, de los precios de sus vendedores.
Sin embargo, Europa produce gran parte de los bienes de consumo del mundo destacando en la industria de los metales, las relacionadas con los transportes (automóvil, aeronáutica y naval) y las industrias ligeras.
3. La industria en Europa
La industria en los países europeos siempre ha estado muy localizada en ciertas ciudades, de manera que el sector está centralizado en zonas muy concretas: Manchester-Liverpool en Reino Unido; la zona del Ruhr en Alemania; Madrid-Cataluña en España; eje desde Rotterdam a Milán, etc.
Las áreas industriales donde destaca Europa son los tradicionales como la metalurgia y la siderurgia, pero volcadas hacia la producción de bienes de equipo, y otras industrias como las dedicadas al mundo de los transportes. El automóvil, la aeronáutica y la construcción naval también son pilares en la economía europea.
Las industrias productoras de bienes de consumo se llevan la palma en el deseo de mejorar la competitividad de su industria a escala mundial y aumentar su autonomía y resiliencia, según la políticas llevadas a cabo por la Unión Europea.
Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y los Países Bajos concentran el 70% del PIB total y el 30% del empleo de este sector. Estas industrias cuentan con una importante inversión de capital que permite un elevado nivel tecnológico y una elevada productividad. Conviven grandes empresas con otras pequeñas y medianas (pymes) aunque la tendencia actual es aumentar la competitividad mediante fusiones y acuerdos para poder competir en el mercado.
Podemos destacar varias zonas industriales:
- La zona central de Europa con las primeras regiones industrializados. Podríamos dibujar una zona que iría desde Manchester a Milán, pasando por el Rurh, como se observa en el mapa.
- Los territorios mediterráneos que se industrializaron después, dependientes de empresas extranjeras pero con gran peso de la industria en sus economías, como ocurre a España e Italia.
- Los países del este de Europa que, a través de la deslocalización de las fábricas, empiezan a crecer en este sector por tener mayor mano de obra, cualificada y más barata, acrecentando los beneficios de las empresas.
Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial, en pleno proceso de salida de la Unión Europea, plantea la cuestión sobre el desarrollo industrial en el continente y en este conjunto de países tras esta ruptura económica y política. Sin duda, este acontecimiento marcará la economía europea, e incluso mundial, pues debemos observar cómo afectará en todos los ámbitos esta desunión, que debilita a Europa y puede dar alas a países en vías de desarrollo que puedan verse beneficiados por esta circunstancia. ¡Sólo el tiempo nos podrá sacar de dudas!

No obstante, Europa vive una dicotomía muy diferenciada entre los países del continente, pues tenemos los países tradicionalmente más ricos y prósperos que se deben enfrentar a una reconversión industrial, basada en la tecnología y en el control de las direcciones de las empresas. Mientras, hay países recién ingresados en la Unión Europea, que son los que están acogiendo las deslocalizaciones de fábricas que acuden a estos países por la mano de obra más barata.