Alemania consideró el Tratado de Versalles como una imposición, un Diktat. Después de algunos intentos revolucionarios de tipo bolchevique, se instauró un régimen democrático conocido como República de Weimar. El nuevo Estado tenía que hacer frente a una fuerte inestabilidad social, política y económica:

• Socialmente encontramos a una población derrotada, humillada y en plena efervescencia revolucionaria.
• Políticamente la república se vio atacada desde la izquierda (comunistas) y la derecha (ultranacionalistas).
• Económicamente había que asimilar a todos los soldados que volvían del frente, y pagar las reparaciones de guerra a los Aliados establecidas por Versalles.

El asunto de las reparaciones fue muy espinoso, incluso entre los propios Aliados. Alemania debía pagar 132.000 millones de marcos (principalmente a Francia y Gran Bretaña); sin embargo, su economía estaba en la ruina. 

En 1922 Alemania solicitó un aplazamiento del pago de reparaciones, pues su economía estaba al borde del colapso. Francia y Bélgica amenazaron con ocupar la región del Ruhr, la más industrializada de Alemania, y encargarse de controlar su producción industrial para cobrarse las reparaciones. La ocupación, aparentemente legal tal como estaba previsto en las cláusulas de las conferencias que fijaron las reparaciones de guerra, comenzó en marzo de 1923.

La respuesta alemana fue pedir a los trabajadores del Ruhr que se pusiesen en huelga, de manera que no se produjese nada. A cambio, el gobierno prometió pagar los salarios mientras durase la ocupación extranjera. Para pagar, el gobierno de Weimar comenzó a imprimir dinero, lo cual provocó un fenómeno inflacionario desbocado, conocido como hiperinflación. El dinero perdió todo su valor: por ejemplo, una barra de pan costaba en 1914 -antes de la guerra-, 0,15 marcos; en marzo de 1923 el precio era de 150 marcos, y, en noviembre, el coste era de 200 mil millones de marcos.