Paso a paso
Lope de Rueda inventó los pasos. Reciben este nombre porque se refiere a obras breves de teatro que sirven "de paso" entre los actos de las comedias. De hecho, este subgénero teatral típico de los Siglos de Oro surge para entretener al público en los descansos que los actores necesitaban entre acto y acto de las comedias. Al principio dependían de la obra en la que se representaban pero luego fueron cogiendo independencia temática. Se caracterizan fundamentalmente por ser breves, tener una trama sencilla con personajes prototípicos y estar repletos de comicidad.
Se trata de un teatro popular escrito en prosa. En esa época era más frecuente escribir obras en verso pero Lope de Rueda prefirió usar la prosa en lugar del verso para acercarse a la lengua que utilizaba la gente y que sus personajes se expresaran de forma parecida a cómo hablaban en la realidad. Sin embargo, su prioridad no era que la trama resultara verosímil sino que lo más importante era que la obra fuera graciosa. Provocan la risa a costa de los personajes porque se ve el ridículo, la desgracia, la ignorancia o los planes que urden los personajes para engañar a alguien con tal de comer, por ejemplo. El público es testigo cómplice de esos planes y se ve reflejado en las situaciones cómicas que crean el espectáculo.
Sin duda, Lope de Rueda fue un hombre de teatro que no solo escribió obras dramáticas sino que también estaba muy apegado al espectáculo teatral. Sus pasos se publicaron en dos volúmenes gracias a Juan de Timoneda: El deleitoso, en el que encontramos siete pasos, y Registro de representantes, en el que figuran tres pasos de Lope de Rueda. Su contribución al teatro es muy importante por lo que tuvo de pionero, por adaptar técnicas del teatro italiano al gusto español y por inaugurar la estela cómica y breve que sirvió a autores posteriores como Cervantes y sus entremeses.

Trama: la vida cotidiana
La trama de los pasos suele ser sencilla porque se trata de una única situación con un solo conflicto de poca trascendencia. A veces es tan simple como gastar una broma al bobo o contar el engaño que un pícaro hace a un ingenuo. Por lo general, la trama está inspirada en situaciones de la vida cotidiana. Es fácil que las costumbres populares representadas de forma caricaturesca provoquen la risa del espectador al verse reflejado en esas situaciones cómicas. Ante esta exposición de folclore, con sus creencias y tradiciones populares, la trama a veces implicaba una moraleja final como, por ejemplo, no fiarse de los rufianes o no engañar al amo. Terminar la escena con una persecución entre personajes o con golpes era de lo más común y cómico.
Personajes: entre bobos
La brevedad de la representación y la sencillez de la trama requerían pocos personajes: de tres a cinco que representaban la clase social baja. Cuando aparecían en escena, el público los reconocería con facilidad por su vestuario. Además, recibían nombres que resultaban cómicos como nombres de lugares (Sigüenza), apodos (Mendrugo) o diminutivos (Luquillas). Es muy frecuente que la relación que une a los personajes sea jerárquica y representen el buen o el mal comportamiento, como el amo y el criado. Cabe destacar la figura del bobo, ese personaje al que le falta entendimiento y que es fácil de engañar.
Lenguaje: el habla de la calle
En consonancia con los personajes, el lenguaje que se representa es el habla de la calle. Muchos de los elementos cómicos de los pasos vienen dados por la tergiversación de las palabras o los gestos de los personajes. Los textos escritos, al ser tan breves, carecen de acotaciones de cómo tienen que hacer el papel los personajes o indicaciones sobre la escenografía: cualquier sitio al aire libre es válido puesto que los diálogos se dan en encuentros entre personajes.
Algunos pasos empiezan con un soliloquio, es decir, el parlamento de un personaje solo en la escena, que piensa en voz alta y nos pone en antecedentes sobre lo que pasará a continuación. El personaje cuenta dónde va o por qué está ahí y adónde se dirige. Además, introduce reflexiones y preocupaciones o manifestaciones de su estado de ánimo. Veamos como ejemplo el principio del paso "El convidado":
CAMINANTE:
Uno de los grandísimos trabajos que el hombre puede recebir en esta miserable vida es el caminar; y el superlativo, faltalle los dineros. Dígolo esto porque se me ha ofrescido un cierto negocio en esta ciudad, y en el camino, por las muchas aguas, me han faltado los reales. No tengo otro remedio sino éste: que soy informado que vive en este pueblo un licenciado de mi tierra, ver, con una carta que le traigo, si puedo ser favorescido. Ésta debe de ser la posada; llamar quiero. ¿Quién est'acá?
Lope de Rueda
Este monólogo se interrumpe cuando encuentra a otro personaje y se pone a dialogar. Los diálogos suelen ser rápidos con réplicas breves bajo la estructura de preguntas y respuestas. La comicidad se genera de diversas formas: porque uno de los personajes no entiende las preguntas o porque hay fallos en la pronunciación o bien porque se encadenan las repeticiones, como sucede con el Licenciado del paso "El convidado":
LICENCIADO:
Le suplico a vuesa merced que vuesa merced me haga el favor de hacerme un favor vuesa merced, que así estos favores de vuesa merced se juntarían con esos otros favores que vuesa merced suele hacerme, y es este favor de... prestarme vuesa merced dos reales.
Lope de Rueda
Hay algunos recursos lingüísticos que provocan la comicidad, como son los rasgos dialectales de los personajes, los juramentos tremendos, las amenazas, las órdenes, las exageraciones, los insultos o las comparaciones. De "Los lacayos ladrones" tenemos este ejemplo:
MADRIGALEJO:
¡Juro a tal que es la mayor mentira del mundo y que al bellaco que lo inventó le haga conocer, de mi persona a la suya, que miente como un grandísimo tacaño!
Lope de Rueda
Otro de los elementos que se repite con frecuencia y que, sin duda, es también un foco de comicidad, es el uso del aparte. Estas intervenciones que el personaje hace hacia el público como si nadie más le escuchara rompen la cuarta pared e involucran al espectador en la trama. Además, los apartes se dan también entre personajes que se piden favores como sucede en este diálogo de "Los criados":

SALCEDO:
(Se detiene.) Dejaos ya de tonterías. ¿Qué más da cómo os zurre? La honra va a ser la misma. Decidme de una vez por qué habéis tardado tanto.
ALAMEDA:
(Aparte dirigiéndose a Luquitas.) ¿Qué es eso que me dijiste antes, Luquitas?
LUQUITAS:
(Aparte, a Alameda.) Que había mucha gente en las cebollas y en el queso.
ALAMEDA:
¿Qué dices de cebollas y queso? Yo no vi nada de nada.
LUQUITAS:
Tú di lo que yo te he dicho; así no nos pegará más.
ALAMEDA:
¡Ah, que es por eso! Pues entonces, fíjate bien, y si me equivoco, hazme alguna señal (Fin del aparte.)
SALCEDO:
¿Qué os traéis entre manos? Vamos, dímelo tú.
ALAMEDA:
¡Vale, os lo contaré!
SALCEDO:
Pues empieza ya.
ALAMEDA:
Vuesa merced ha de saber… (Aparte.) ¿Cómo empezaba eso, Luquillas?
LUQUITAS:
Lo de las cebollas… (Fin del aparte.)
ALAMEDA:
¡Ah, sí, señor! Pues que llegamos a la villa y fuimos a la plaza y entró Luquillas en un sitio y se sentó y como había tantos platos por allí y tantas cebollas llenas de prisa, quiero decir, señor, tantas cebollas llenas de queso… (Se detiene para respirar.)
SALCEDO:
¿Pero qué estás diciendo, desgraciado?
Lope de Rueda. "Los criados". Pasos. Bambú (texto adaptado)
En algunos pasos, se termina con un monólogo para cerrar la acción, con un personaje que da paso a la continuación de la comedia que se estaba representando o bien con un baile final o con todos los personajes en escena.