Dulce nombre te dieron, amargos hechos haces

Llama la atención el orden que adopta Calisto en la descripción de Melibea. Es una descripción de arriba abajo, desde los cabellos hacia las manos. Esta manera de hacerlo, así como el contenido de la propia descripción, corresponde a la moda que se impone desde Italia con el Humanismo. Es un modelo de belleza femenina que imita al de la Antigüedad Clásica, el de la figura de Helena de Troya, con sus cabellos rubios y piel clara, y que luego va a retomar el poeta Petrarca, pero que también tiene influencia de la tradición medieval de la Virgen María.

Se busca divinizar la figura femenina. De ahí el referente a la mitología, cuando dice que sus cabellos convierten a los "hombres en piedra", como lo hacía Medusa con su mirada. Aunque, en el caso de la descripción de Calisto, hay algunos rasgos que anuncian la tragedia, el "loco amor" al que están destinados los personajes. Así, por ejemplo, "los labios colorados y grosezuelos" o las manos "de dulce carne acompañadas" nos indican el deseo carnal y lascivo del personaje, más propio de clases sociales bajas y humildes, y no de nobles y burgueses.

Este es otro de los rasgos de síntesis que nos ofrece el texto y que lo aproxima a la actualidad. Melibea no se presenta, de esta manera, como prototipo de "dama" del amor cortés, divina e inaccesible, sino como humana y deseada.

En este discurso del enamorado, Sempronio introduce el contrapunto del humor con sus apartes y sus torpes comentarios. Frente al idealismo del joven Calisto, aparece el realismo del criado Sempronio. Son dos mundos que a lo largo de la obra van a ir entremezclando sus intereses, confundiéndolos y demostrando que la condición del ser humano, sea noble o villano, no es tan diferente.