El arte, un espejo del momento histórico
El Románico, al igual que cualquier manifestación artística, debe ser entendido en su contexto, pues no es más que el reflejo de una sociedad concreta. En este caso, el estilo coincide con la difusión del feudalismo y la consolidación del cristianismo en Europa. En ese último proceso, la orden benedictina -y más en concreto la abadía de Cluny (Francia)- tuvo una importancia capital, siendo la cuna de este estilo artístico.
De esta forma, el cristianismo utilizó el arte para la trasmisión del mensaje religioso y de su liturgia. Se produjo entonces una renovación arquitectónica, si bien con elementos poco originales. Aunque utilizados con un simbolismo concreto, estos se tomaron del arte romano, bizantino, paleocristiano, prerrománico e, incluso, musulmán. En escultura y pintura se confeccionaron imágenes hieráticas e impactantes que mostraban el poder de Dios. Por eso hablamos de este estilo como un arte didáctico que pretendía ser como una gran catequesis.
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Además, el románico era también reflejo de la sociedad estamental. Los grupos privilegiados -clero y nobleza- actuaron como mecenas financiando las obras de arte. En muchos casos este se trataba de un fenómeno rural asociado a los feudos. Si a esto se añade el espíritu guerrero característico de la época, se entiende que algunos iglesias se levantaran a modo de fortificaciones, castillos o ciudadelas amuralladas. De hecho, la nobleza guerrera de las Cruzadas vio a Cristo como un héroe y adoptó su crucifijo como escudo.
La difusión del arte románico se liga a diversos aspectos:
- El final de las invasiones -normandos, árabes, magiares…- y la descomposición del Califato de Córdoba en la Península Ibérica, que llevaron al restablecimiento de la paz en el occidente cristiano.
- La expansión de las órdenes religiosas que difundieron el dogma cristiano y la forma de trasmitirlo.
- El culto a las reliquias -partes del cuerpo, de las vestimentas o objetos de santos/as que se guardaban en las iglesias. Estas hicieron que se establecieran rutas de peregrinación a los lugares donde se encontraban. Este fue el caso, por ejemplo, de Jerusalén o Santiago de Compostela.