En los años 70 se pensaba que el 80 % de la inteligencia era heredada, con lo que la superdotación dependía en un porcentaje muy alto de la genética. Los últimos estudios señalan que sólo el 50 % es hereditaria y la otra mitad depende del entorno y la educación.
Para distinguir entre un niño superdotado y un niño con talento académico hace falta observar determinados comportamientos: si se muestran inquietos, hacen preguntas continuamente, tienen falta de interés por las actividades propuestas o cuestionan la autoridad.
La clave para que esa capacidad no desemboque en un fracaso escolar, problemas de conducta o frustración es la detección temprana.
Estos y otros aspectos se ilustran en el siguiente artículo del diaro ABC. Cuenta la historia de Carmela, una niña de con superdotación y cuya detección precoz por parte de la Orientadora de su colegio ha permitido a sus padres y educadores establecer las medidas necesarias para encauzar sus capacidades. Su propia experiencia contrasta con la de otras personas de su propia familia que demostraron también un talento precoz pero que no fueron debidamente diagnosticados y por tanto tuvieron que sufrir algunos de los inconvenientes derivados de sus altas capacidades intelectuales.
El genio está en los genes
Mientras esperamos a que Carmela salga de clase, su madre recuerda cómo fueron conscientes de que su hija tenía una "inteligencia y creatividad por encima de los demás niños". Dice que ese privilegio está en los genes. "Toda la familia leía a los dos años", dice Judith, al tiempo que recuerda: "Mi padre y mi abuelo fueron premios fin de carrera de Medicina y de Políticas y yo a los dos años y medio me leía a Mortadelo y Filemón". Pero, "no se nos identificó. Éramos sólo niños precoces. Y lo que es peor, los demás nos consideraban como el repelente niño Vicente". Este no es el caso de su hija, identificada a tiempo y bien orientada.
(Asenjo, M. (2007). El genio está en los genes. Diario ABC. 02.05.2007)