Sapere aude
Imagen de Fco. Javier Pulido para el CeDeC. Bajo licencia Creative Commons (by-nc-sa). |
- La verdad es que es un momento muy interesante de la historia. Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad.
- Eso es de otro momento, Sergio. Pero, sí. Es un gran momento para el hombre moderno, con su ganas de libertad. Seguramente habréis oído hablar de Rousseau y su gusto por la naturaleza.
- Lo que a mí me gusta es que intentan enseñar con todo lo que hacen.
- Efectivamente, Clara. Hay un afán por enseñar y aprender que ya lo quisiéramos para nuestros días. Es lo que hemos visto como didactismo. Y la literatura no se libra de ello. Ya conocéis las Fábulas de Iriarte, por ejemplo. Pero no os engañéis. No toda la literatura del siglo es igual. Hay escuelas, géneros y, además, está la evolución del pensamiento literario en el tiempo.
Pre-conocimiento
¿Cuáles son las principales etapas literarias del siglo?
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Lee detenidamente este fragmento de una de las obras más significativas sobre la literatura del XVIII. ¿Dónde centra sus críticas el autor?
Supuesto, pues, que en España no faltan ni han faltado ingenios capaces de la mayor perfección, ni aquel furor y numen poético, al cual se debe lo más feliz y sublime de la poesía, sin duda alguna, lo que ha malogrado las esperanzas, justamente concebidas, de tan grandes ingenios, ha sido el descuido del estudio de las buenas letras y de las reglas de la poesía, y de la verdadera elocuencia, la cual, al principio del siglo pasado, se empezó a transformar en otra falsa, pueril y declamatoria. Lo cual dio motivo a las indecorosas expresiones con que el P. Bouhours, en sus Diálogos de Aristo y Eugenio, habla del estilo de nuestra nación. Degeneró también de su primera belleza, con la elocuencia, la poesía española, y se perdió casi del todo la memoria de aquellos insignes poetas anteriores, que pudieran haber servido de norma y dechado a los modernos. Y éstos, con el vano, inútil aparato de agudezas y conceptos afectados, de metáforas extravagantes, de expresiones hinchadas y de términos cultos y nuevos, embelesaron el vulgo; y, aplaudidos de la ignorancia común, se usurparon la gloria debida a los buenos poetas. Fue creciendo este desorden sin que nadie intentase oponérsele. Los ignorantes, no teniendo quien les abriese los ojos, seguían, a ciegas, la vocería de los aplausos populares y alababan lo que no entendían, sin más razón que la del ejemplo ajeno. Los doctos, que siempre son los más pocos, o no osaban oponerse a la corriente o no querían; juzgando inútil cualquier esfuerzo contra la multitud ya preocupada e impresionada.
Ignacio de Luzán. La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies