En el mapa del mundo fíjate en Groenlandia. Ahora,
miren hacia el continente africano. Prácticamente son del mismo tamaño, ¿verdad? En realidad no: África tiene, aproximadamente, un área catorce veces mayor que Groenlandia.
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Mapa de Mercator. Imagen del ITE en el banco de imágenes del ITE.
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¿Nos mienten los mapas? ¿Están equivocados? ¿Es una conspiración del
mundo desarrollado para minimizar el "más pobre" hemisferio sur hasta en
los mapas?
La dificultad de hacer un mapa
La Tierra se asemeja a un geoide
(un término que recoge la forma de nuestro planeta: una esfera achatada
por los polos y ensanchada por el Ecuador), es decir, tiene tres
dimensiones, mientras que un mapa es un plano, de dos dimensiones. Para
hacer esa transformación, de tres a dos dimensiones, hay que recurrir a
unos cálculos geométricos llamados proyecciones. Hay más de 400 diferentes y ninguna representa de forma exacta nuestro planeta.
"No se pueden conservar todos las aspectos de la Tierra en un mapa:
obligatoriamente tienes que ir a una distorsión, ya sea en área, en
ángulos, en distancia, etc", explica Isabel del Bosque, ingeniera
superior en Geodesia y Cartografía y responsable de la
Unidad de Sistema de Información Geográfica- CCHS del
CSIC. "
Se trata de jugar con las distorsiones".
Una de las más conocidas, y la más usada hasta el siglo XX, es la proyección de Mercator, realizada en el siglo XVI por el cartógrafo flamenco del mismo nombre.
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Mapa de Peters. Imagen del ITE en el banco de imágenes del ITe
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Matemáticamente, la proyección de Mercator es muy rigurosa y mantiene
los ángulos, pero tiene un problema. "Es como si tú metieras un
cilindro en el globo terráqueo", de manera que el Ecuador fuera la única
línea que tocara todos los puntos del cilindro por su parte interior.
"Si proyectaras después todos los puntos de la Tierra en ese cilindro y
lo desenrollaras, las zonas ecuatoriales serían las únicas que no se
deformarían", porque están pegando al cilindro. Pero, a medida que te
alejas del Ecuador, "las áreas se deforman y se agrandan"
al no estar en contacto con las paredes del cilindro, para llenar la
zona superficie del plano, explica Del Bosque. De ahí vienen
deformaciones como la comentada de Groenlandia o por qué Alaska parece
más grande qué México, cuando no lo es.
Peters contra Mercator
En los años 70 del siglo XX, un historiador alemán llamado Arno Peters sacó a la luz un nuevo mapa del mundo, basado en la proyección de Gall (del siglo XIX). La proyección Gall-Peters, según su creador, mostraba una visión más real del mundo porque ilustraba las superficies de forma real.
Su anuncio desató una gran polémica y tuvo su reconocimiento (el canciller alemán Willy Brandt
y la UNESCO, entre otros, lo alabaron). Su mapa llegó a vender 80
millones de copias. Algunos llegaron a llamarlo el "mapa real del mundo"
y Peters lo vendió como una "revolución social ", en contraposición a Mercator, que, según él, había creado una visión eurocentrista y colonialista del mundo.
Sin embargo, a pesar de su éxito popular, el mapa de Peters no obtuvo
el mismo reconocimiento entre los cartógrafos. José Martín López,
profesor emérito de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros en Topografía, Geodesia y Cartografía
de la Universidad Politécnica de Madrid, escribió en los ochenta un
artículo en España contra el mapa del alemán. Martín López criticaba la
intención de Peters de querer convertir su proyección en la única
correcta, en vez de declararla como una proyección más, con sus virtudes
(las superficies) y sus problemas (la distorsión de las formas:
África aparece muy alargada). Los escasos conocimientos matemáticos de
Peters y que patentara su mapa (y se enriqueciera con su venta) no
ayudaron a que fuera considerado por algunos cartógrafos.
"En lo que Peters era un verdadero genio era en propaganda,
hizo su mapa para venderlo en el tercer mundo", asegura Martín López.
No es raro: Peters centró la disertación de su doctorado en la
propaganda política.
El objetivo de una proyección
"Hay que tener muy claro que un buen mapa, para los cartógrafos, es
aquel que se utiliza de forma apropiada para el propósito que se hizo",
explica Isabel del Bosque. La de Mercator, y ya lo decía su título en
latín, estaba destinada al problema de su tiempo: la navegación con brújula.
Y por ello, realizó una proyección que mantenía ángulos y formas. No lo
debió hacer mal, pues se sigue utilizando para navegación.
"Los mapas basados en proyecciones cilíndricas, como la de Mercator,
no son los más adecuados para la educación porque distorsionan las
superficies", explica Felipe Hernando, profesor de Geografía de la Universidad Complutense de Madrid,
"por eso se puso de moda el de Peters, que da una imagen distorsionada,
pero más realista en cuanto a la superficie". Actualmente, a excepción
de algunas ONG, pocas instituciones utilizan este mapa.
En lo que sí acertó Peters es en el uso ideológico de los mapas, que,
por cierto, también dio al suyo. "Los mapas son ideología, detrás de
cada mapa hay un mensaje: un cartógrafo está subvencionado por un
mecenas, por gobiernos, por ejércitos", analiza Felipe Hernando, que
concluye, "los mapas se hacen con finalidades y una es el control y dominio del contenido, del territorio que representan".
Hay más de 400 proyecciones y siguen saliendo nuevas: la de Lambert (utilizada en un principio para la artillería), la de Robinson, la UTM (utilizada por el Instituto Geográfico de España), la Winkle-Triple (que utiliza la National Geographic Society)...
Y para todos los fines pensables: para los satélites o incluso para
realizar mapas para que los fieles musulmanes sepan dónde está La Meca.
El gran dilema: ¿representación o realidad?
Ni siquiera con los grandes avances técnicos, el problema de esta representación se ha solucionado. Los MDT (Modelo Digital del Terreno) añaden las tres dimensiones, pero no solucionan el problema.
"Siguen siendo, como los mapas tradicionales, representaciones
simbólicas con códigos", explica Hernando. "La altimetría se exagera
para hacer visibles los accidentes geográficos como las montañas, porque
si no resultaría todo muy plano". Es decir, no sólo no se solventa el problema sino que se agrava con más factores a tener en cuenta.
"Todos son representaciones simbólicas que se asemejan a la realidad,
pero no lo son: tienen filtros técnicos, ideológicos, etc", explica
este profesor de geografía. Ni Google Maps (que utiliza una proyección cilíndrica de tipo Mercator), ni los satélites, son la realidad. "Es el dilema del siglo XXI: realidad o representación. Mátrix es
una película muy cartográfica porque plantea ese mismo debate. La gente
y los geógrafos confundimos a veces la realidad con los mapas".