Si algo sabemos es que muchas veces las historias que nos cuentan nos atrapan y no podemos dejar de leerlas, escucharlas o verlas. Otras veces, sin embargo, no podemos pasar de la tercera página de un libro o de los cinco primeros minutos de una película. El narrativo es un género que requiere a veces la destreza de saber dar al receptor aquellos ingredientes que necesita para que quiera continuar conociendo lo que el emisor quiere contar.
En este aspecto, es importante la disposición de los elementos, es decir, de los sucesos que se quieren contar. La estructura clásica es la siguiente:
- Introducción o planteamiento: el narrador presenta a los personajes, el espacio o los espacios en los que se va a desarrollar la trama y el tiempo, los elementos básicos. Esta introducción termina cuando empieza a plantearse el conflicto.
- Nudo: se propone el conflicto que conducirá al personaje principal a intentar resolverlo para lograr su objetivo.
- Desenlace: todas las complicaciones que se han ido acumulando en el nudo empiezan a resolverse en esta parte del relato. Los hechos que suceden antes de este momento, suponen el clímax de la acción.
- Cerrado: la historia termina de forma clara y no deja lugar a la interpretación.
- Abierto: la historia no dispone de un final claro o conclusivo y es el lector el que debe reconstruirlo o imaginarlo.
Sin embargo, esta estructura propia del cuento clásico no siempre se cumple en otro tipo de relatos. Podemos encontrar, pues, otras formas de organización de los hechos:
- Estructura caleidoscópica: varias historias, con sus respectivas estructuras, se entremezclan y se cuentan de manera paralela, como sucede en la película Pulp Fiction, de Quentin Tarantino
- Estructura circular: la historia termina de la misma forma que empezó, cerrando el circulo, como en Cien años de Soledad, de García Márquez.
- Estructura de muñecas rusas: una historia es el marco que sirve de pretexto para muchas otras, es lo que sucede, por ejemplo, en El Conde Lucanor.