El espacio es el elemento de la narración que sirve para ubicar la acción y a los personajes. El espacio, como sucede con el tiempo, puede estar delimitado e indicado escrupulosamente, mediante nombres y descripciones o puede haber referencias más vagas, como sucede en ese memorable inicio del Quijote: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, (…)”. En un mismo relato, además, los hechos se pueden ubicar en sitios diferentes, claro, porque los personajes se mueven y viven en lugares diversos. El espacio, además, puede tener mayor o menor relevancia y mayor o menor peso en la acción: desde su función como simple marco hasta convertirse en un personaje más, pasando por, incluso, convertirse en un reflejo de los sentimientos o el estado de los personajes.
Asimismo, según la relación que establezca con nuestra realidad, el espacio puede ser:
- Real: todas aquellas narraciones que se desarrollen en espacios reconocibles por el lector, como ciudades o lugares que realmente existen, tienen un marco real. Es lo que sucede por ejemplo en las famosas obras del detective Sherlock Holmes, que transcurren en Londres.
- Imaginario: en este caso el espacio toma como ejemplo la realidad, pero no se puede identificar con un lugar que exista. Es el caso de Vetusta, que nos remite a la ciudad de Oviedo sin serlo, y en la que tiene lugar la historia de Ana Ozores, la Regenta.
- Ficticio: los espacios que aparecen en este tipo de ambientación son inventados e imposibles de relacionar con ningún lugar real. Así sucede con la Tierra Media, de El Señor de los anillos (Tolkien) o con Hogwarts, la escuela de magia de Harry Potter (J.K. Rowlling).