Caso práctico
- Duración:
- 15 minutos
- Agrupamiento:
- Grupos de 4/6 personas
Hoy nos hemos despertado un poco incrédulos, un poco escépticos. Llevamos un tiempo hablando de lo importante que es que pensemos por nosotros mismos y seamos críticos con lo que nos rodea pero, ¿qué pasa si todo lo que nos rodea es falso?, ¿o si en realidad lo que vemos no es exactamente tal y como son las cosas? A ver, a ver... pensemos... o mejor dicho, comprobemos. Si las persianas de las ventanas están abiertas veo colores, pero si cerramos las persianas del aula y apagamos las luces... ¿dónde están los colores?, ¿siguen estando ahí y es que no los vemos o es que los colores no están en las cosas y están en realidad en nuestra mente? Pero quizás eso sea un caso aislado, ¿o no? Pero entonces, ¿es real lo que vemos?, ¿percibimos la realidad tal y como es?
Es el momento de buscar ayuda de nuestros compañeros y compañeras. Y nadie mejor que nuestros equipos de aventureros para resolver esta cuestión.
En nuestro segundo entrenamiento de resistencia nos sentaremos en equipos y durante 15 minutos hablaremos con nuestro grupo acerca de si creemos que conocemos la realidad tal y como esta es. Después compartiremos nuestras opiniones con el resto de la clase.
Para que no se nos olvide nada importante será mejor que alguien del equipo vaya apuntando en un folio todas nuestras ideas.
Lo primero que deberemos hacer es decidir y consensuar si vamos a defender que conocemos la realidad tal y como esta es o si creemos que no la conocemos tal y como es.
Una vez hayamos decidido nuestra tesis inicial, la afirmación que queremos demostrar, haremos una lluvia de ideas para ver qué motivos encontramos para creer lo que creemos. Pero no es suficiente con que digamos tres o cuatro razones, estas deben estar debidamente justificadas y explicadas y para ello podemos hacer uso de varios argumentos:
Argumentación mediante ejemplos:
Los ejemplos son evidencias que demuestran que algo ocurre de una determinada manera. Un ejemplo no es suficiente para crear una regla, pero si logramos encontrar varios ejemplos que defiendan nuestra tesis estaremos logrando ser convincentes y sumar puntos a nuestra causa.
Pongamos un ejemplo, si defendemos que es mejor usar recompensas que castigos para aprender, podemos nombrar y explicar la infancia de tres de nuestros amigos que han logrado tener mucho éxito en los estudios porque en lugar de castigarles cuando les daban malas notas les premiaban cuando sacaban buenas notas. También podemos poner algún contraejemplo y hablar de otros dos amigos a los que castigaban sin salir o sin móvil cuando suspendían y que a día de hoy siguen suspendiendo. Los ejemplos son evidencias empíricas, observables, que demuestran que lo que decimos ocurre o que es verdad.
Argumentación mediante analogía:
Las analogías y las metáforas tienen mucha fuerza explicativa. Nos permiten mostrar las relaciones que existen entre varios elementos de una manera más visual y menos teórica. Imaginemos que queremos defender la importancia de que la ciencia no sea solamente utilitaria y busque nuevos descubrimientos sino que queremos defender que debe, como la Filosofía, ser crítica. Podríamos hacer la siguiente analogía:
Si fuésemos a construir una catedral, ¿sería suficiente con tener el plano más perfecto posible? ¿Sería suficiente con saber hacia dónde queremos ir? Mucho nos tememos que no. Si no conocemos los materiales que vamos a usar o el suelo sobre el que vamos a construir, mucho nos tememos que nos estaríamos arriesgando a encontrarnos un terreno arcilloso o arenoso y a que nuestra construcción se desplomará incluso antes de terminar de construirla. Pues igual pasa con la ciencia, si no tenemos en cuenta de dónde partimos ni ponemos en cuestión las bases, premisas, supuestos y prejuicios bien podría ocurrir que intentásemos construir nuevas tecnologías, vacunas y herramientas que luego se demostrasen ineficientes por haber partido de unas bases teóricas equivocadas.
No olvidemos por otro lado que además de justificar debemos ser coherentes, es decir, ninguno de nuestros argumentos debe entrar en contradicción con otro que hayamos defendido.