Las destrezas orales

Si tenemos en cuenta las destrezas o habilidades que poseen las personas a la hora de comunicarse oralmente, podemos centrarnos en dos: hablar y escuchar. Cuando ambas se intercambian en una conversación o cualquier acto que implique que los roles de emisor y receptor se alternen encontramos una tercera destreza: la interacción.
Algo curioso sobre la oralidad es que podemos pensar que hablar puede ser mucho más difícil que escuchar. Sin embargo, cuando hablamos somos nosotros los que controlamos el uso de la lengua, elegimos solo palabras que comprendemos, conocemos la variedad dialectal utilizada y acompañamos el discurso de elementos que lo favorecen. En cambio, cuando escuchamos, puede que no entendamos muy bien la manera de hablar del emisor, que haya palabras que desconocemos o que el mensaje nos resulte muy difícil de comprender.
Como ya sabemos, cuando hablamos con otra persona cara a cara, hay muchos aspectos no verbales que complementan el mensaje. Por eso, cuando la comunicación verbal es oral pero a través de mensajes, a veces no comprendemos bien el tono o el fondo de lo que nos quieren decir. Por tanto, los mensajes son claramente manipulables.
Además, cuando mantenemos una conversación, raramente tenemos la oportunidad de planificar lo que vamos a decir, lo que puede llevarnos a crear silencios innecesarios, repeticiones, contradicciones o errores de construcción del texto. Nada de esto importa demasiado en la comunicación informal con nuestra familia o amigos, pero tenemos que cuidarlo más cuando nos dirigimos a personas con las que debemos mostrar más cortesía: el profesor, la directora o un policía.