- ¿Cuánto tiempo dedicáis al día a hablar? A ver, Pablo, tú, por ejemplo.
- Bueno, profe, unos más que otros, que aquí, esta que se sienta a mi lado parece un loro.
- ¡Eh! Sin ofender, que nunca estás de acuerdo: Andrés porque te parece que no habla y yo porque crees que me paso. ¡Qué crítico!
- ¡Vale, vale, un poco de tranquilidad, chicos! Vamos a empezar a llevar a la práctica las estrategias de las que estamos hablando, ¿no os parece? Lo cierto es que una buena parte del día la pasamos hablando o escuchando lo que nos dicen los demás. La lengua oral es muy importante, nos valemos de ella para establecer nuestras relaciones sociales. Es fundamental, por lo tanto, cuidarla todo lo posible, sin pasarse. No es preciso "hablar como un libro".
- Sí, Manuel, pero no podemos estar pensando en cómo vamos a hablar. Si hacemos eso, se acabará perdiendo esa espontaneidad de la que tú mismo has hablado.
- Eso debe ser así cuando, efectivamente, la conversación, simplemente, surge. Sin embargo, hay ocasiones en que sabemos que tenemos que dialogar en público de un tema determinado. Ahí es cuando sí es importante tener muy claro de qué se va a hablar y cómo; es decir, podemos planificar nuestra intervención.
- ¿Y de qué forma?