- ¡Claro, y a nosotros nos toca aprender todas estas normas! ¡Vaya gracia!
- Efectivamente, Bea. Si quieres usar bien tu lengua, no te queda más remedio.
- Sí, profe, vale. ¿Pero tenemos que saberlo todo? ¿Y cómo lo hacemos?
- Ya conocéis el refrán: "Cada maestrillo..." Mirad, hay una manera muy eficaz y entretenida de mejorar la ortografía, conocer los mecanismos gramaticales y aumentar nuestro vocabulario: la lectura.
Recuerda
En cada situación de habla, deberás siempre comportarte de una manera adecuada. Para ello, es fundamental conocer y respetar las normas gramaticales, léxicas, semánticas y fonéticas. Así, demostrarás tu competencia lingüística.
Actividad de Lectura
Los santos inocentes, de Miguel Delibes, cuenta la historia de una familia de campesinos que viven en un cortijo, trabajando para los amos y soportando las humillaciones de estos. Su mayor deseo es que sus hijos, estudiando, puedan salir de esta vida miserable.
"La propia Señora Marquesa, con objeto de erradicar el analfabetismo del cortijo, hizo venir durante tres veranos consecutivos a dos señoritos de la ciudad para que, al terminar las faenas cotidianas, les juntasen a todos en el porche de la corralada, a los pastores, a los porqueros, a los apaleadores, a los muleros, a los gañanes y a los guardas, y allí, a la cruda luz del aladino, con los moscones y polillas bordoneando alrededor, les enseñasen las letras y sus mil misteriosas combinaciones, y los pastores, y los porqueros, y los apaleadores y los gañanes y los muleros, cuando les preguntaban, decían, la B con la A hace BA, y la C con la A hace ZA, y, entonces, los señoritos de la ciudad, el señorito Gabriel y el señorito Lucas, les corregían y desvelaban las trampas, y les decían, pues no, la C con la A hace KA, y la C con la I hace CI y la C con la E hace CE y la C con la O hace KO, y los porqueros y los pastores, y los muleros, y los gañanes y los guardas se decían entre sí desconcertados, también te tienen unas cosas, parece como que a los señoritos les gustase embromarnos,pero no osaban levantar la voz, hasta que una noche, Paco, el Bajo, se tomó dos copas, se encaró con el señorito alto, el de las entradas, el de su grupo, y, ahuecando los orificios de su chata nariz (por donde, al decir el señorito Iván, los días que estaba de buen talante, se le veían los sesos), preguntó:
Señorito Lucas, y, ¿a cuento de qué esos caprichos?
El señorito Lucas rompió a reír y a reír con unas carcajadas rojas, incontroladas, y, al fin, cuando se calmó un poco, se limpió los ojos con el pañuelo y dijo, es la gramática, oye, el porqué pregúntaselo a los académicos, [...]"